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Las mujeres no van a ser pasivas espectadoras durante estos cuatro años

Desperté el viernes pensando que ese día se inauguraría el circo Trump en Washington. Quizás hemos llevado muy lejos eso de decirle a los niños "claro que sí, chiquitín, cualquiera puede ser presidente". Esa mañana del viernes me dirigía al médico a hacerme un examen que tardaría diez minutos. Iba pensando que solo eran diez minutos para saber que mi útero estaba sano y vivía feliz. Pero el viernes 20 de enero del año 2017 no estaba marcado en el calendario como el día de mi papanicolaou, sino como el día en que el empresario —ahora presidente ante la sorpresa de todas las gatitas del mundo— llamado Donald John Trump alzaría su pequeña mano derecha para juramentar y pedir ayuda: "So help me, God". Me gustaría por un momento creer en Dios. Y que Han Solo no ha muerto, o que Sherlock va a tener otra temporada. Pero va a ser que no.

Pensaba todo esto mientras esperaba a que me llamen con ese titubeo y con esa pronunciación que destroza mi nombre, y de paso esa copla que dice "Rocío, ay, mi Rocío, manojito de claveles, capullito florecío; de pensar en tus quereres voy a perder el sentío. Porque te quiero, mi vida, como nadie te ha querido. Rocío, ay, mi Rocío". ¿Miss Rocky Pastur? Esa soy yo.

Pasé a la sala donde me esperaba una camilla con una deslumbrante luz amarilla y una mujer en chándal y zapatos de gimnasio. Las que son mujeres sabrán que a veces las doctoras sienten que en estos procedimientos tienen que hablar contigo antes de pedirte que te quites la ropa de cintura hacia abajo. Esta doctora me preguntó que de dónde era, porque mi nombre era raro. Le dije que de Perú. Seguidamente me preguntó dónde quedaba eso y yo le respondí, como para que se oriente que, mi país quedaba en Sudamérica al lado de Brasil.

La doctora cogió un espéculo y mientras escobillaba mi cervix me preguntó: ¿Y qué piensas de Trump? ¡Qué mejor tema de conversación que hablar del misógino, racista y agarrador de pussies en estas circunstancias! Bueno señora —le dije— parece una broma de una radio, un episodio de Los Simpsons o una pesadilla provocada por una tripa llena. El problema es que este sujeto va a estar cuatro años en el poder. Le han dado poder a un engreído niñato que nació en cuna de oro y no ha dado un palo al agua en su vida, que ha quebrado varias empresas, pero heredó tanto dinero que esto no le afecta, que no ha articulado un discurso entero sin insultar a los Obama o a los Clinton, que ha dicho que su lenguaje denigrante hacia las mujeres es el tipo de conversación que tienen los hombres en los vestuarios y no es nada para rasgarse las vestiduras. Es un tipo que ha normalizado la discriminación y la misoginia, y ha envalentonado a los racistas en el closet que, sobre todo, gozan de ventilar sus cañerías en las redes sociales.

A todo esto la mujer que es de la India me dijo "Ajá, yo sé todo esto. Es un niño grande. Los ignorantes no saben. Que Dios ayude a los extranjeros en Estados Unidos y a tu país". En estos momentos la prueba se había acabado. ¿Debió terminar aquí nuestra conversación? La respuesta es no. Esta conversación iba a continuar, pero frente a la embajada de Estados Unidos en Londres.

Este sábado las mujeres han marchado masivamente en todos los continentes con carteles, arengas y cánticos para hacerse oír. Es momento de iniciar una conversación. Por primera vez en mucho tiempo he visto jóvenes y octogenarias involucrándose en una misma causa. Es esperanzador. Es un aire fresco ver que las mujeres no van a ser pasivas espectadoras durante estos cuatro años ni van a resignarse y darles el pésame a los ciudadanos estadounidenses. Esto demuestra, le guste o no a Theresa May, que nosotras somos ciudadanas del mundo. Ayer fue #NiUnaMenos en Lima, hoy #WomensMarch en Estados Unidos, mañana quien tenga la poca decencia de tocar a una mujer porque #ThisPussyGrabsBack. Avisados quedan.

Por Rocío Valverde