Eduardo Zapata

¿Bienaventurados los pobres...?

¿Bienaventurados los pobres...?
Eduardo Zapata
10 de marzo del 2016

Contradicción en la educación intercultural

No creo que asesores, consultores y ejecutores del programa de Educación Bilingüe Intercultural del MINEDU no sepan que la lengua materna es oral. Que la escritura es un código de naturaleza distinta.

No creo que dichos asesores, consultores y ejecutores no sepan que el simple hecho de dotar a las lenguas originarias de una escritura alfabética constituye una imposición cultural.

No creo que asesores, consultores y ejecutores del programa aludido no sepan que el hecho de que una lengua se escriba no es garantía para su supervivencia.

No creo, en fin, que asesores, consultores y ejecutores convocados por el MINEDU para este tema y a lo largo de los años no sepan que para medir el éxito de un programa es indispensable medir sus logros.

Hace ya algunos años, el lingüista Rodolfo Cerrón calificó la propuesta de educación bilingüe intercultural como una estafa. Al leer las declaraciones públicas de Cerrón recordé un informe personalísimo que nos encargase Luis Jaime Cisneros acerca de la realidad-real (y no fabulada) de la propuesta del MINEDU para los hablantes de lenguas originarias.

Eran los años 2000 y 2001 y nuestras investigaciones nos habían llevado a Cusco. Donde era factible convivir con la propuesta del MINEDU y constatar su eficacia. Por ello Luis Jaime nos pidió el informe.

Como cualquier lingüista bienintencionado, sabíamos que la lengua materna es oral y no escrita. Que la escritura es un código distinto a aquel de la lengua oral. Que la escritura alfabética constituía ya una imposición cultural para los pueblos originarios. Que mientras una lengua de cultura y dominación –como el latín- había desaparecido como lengua viva pese a ser escrita, el quechua, a pesar de intentos de extirpación de idolatrías lingüísticas, seguía siendo una lengua viva pese a que no se escribía.

En Cusco, las comunidades más prósperas llegaban al extremo de alquilar una casa en las ciudades para huir de la propuesta del MINEDU. Todos los niños en edad escolar vivían en esas casas y las madres de la comunidad se turnaban por semanas para cuidarlos. En comunidades menos prósperas –que no podían pagar un alquiler- algunos padres mandaban a sus hijos a realizar tareas domésticas para otros con tal de lograr una educación que no fuese aquella de la propuesta fabulada.

Así las cosas, solo las comunidades más pobres o desconectadas geográficamente debían –por obligación- aceptar una propuesta educativa en la cual el niño tiene que aprender a leer y escribir primero en su “lengua materna” para luego acceder a la lectura y escritura en castellano. Estéril ejercicio de preservación de culturas originarias y perversa propuesta de exclusión. Pues mientras un niño citadino y menos pobre aprende en primera instancia el castellano escrito e incluso alguna otra lengua, los niños de comunidades lejanas tienen que encapsularse en una propuesta educativa que sabe más de intraculturalidad viciada que de auténtica interculturalidad.

En este contexto, es más que comprensible que por años se hayan esquivado instrumentos de medición para la propuesta de educación bilingüe intercultural. Habría que admitir cosas educativa, cultural, social y económicamente muy dolorosas.

¿Bienaventurados los pobres?

 Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
10 de marzo del 2016

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