Mario Saldaña

Barrio de broncas

Barrio de broncas
Mario Saldaña
18 de mayo del 2017

Los enfrentamientos entre los poderes Ejecutivo y Legislativo

Hasta que el feliz interregno (feliz, claro está, solo por la paz política vivida) que fue la emergencia de El Niño costero llegó a su fin. Volvemos a lo de siempre: un gobierno que recupera aprobación en forma significativa, pero que al mismo tiempo la “timbea” y, de paso, tensa innecesariamente la relación con el fujimorismo a propósito del tema Alberto Fujimori y su posible liberación por la vía que sea.

Por otro lado, la mayoría congresal retoma la frustrada interpelación a Martín Vizcarra por el caso Chinchero (más allá de que respuestas técnicas fundamentadas existan) y ahora agrega al ministro del Interior, Carlos Basombrío (al que los fujis siempre masticaron, pero nunca pasaron por su perfil “caviar”), en su lista inmediata de “cabezas censurables”.

De paso, habría que decir que el motivo escogido para sancionar a este último es claramente débil, si atendemos a las razones que justificaron la salida de los innumerables titulares del Mininter en los últimos tres regímenes. Me refiero a la marcha de la CGTP en la que se infiltró el Movadef. Personalmente, como lo expliqué en este mismo espacio dos semanas atrás, antes que buscar culpables respecto a un lamentable descuido, los “partidos” siguen viendo las expresiones de los remanentes del terrorismo como un fenómeno legal y policial, antes que social y de lucha ideológica. Increíblemente el fujimorismo le terminaría regalando en bandeja de plata la cabeza de un ministro. Ríe, Abimael.

Lo cierto es que una censura a Basombrío suena claramente a una retaliación fujimorista, a un mensaje de guerra contra el Gobierno, antes que a una exigencia de responsabilidad política por errores graves o nulos avances en materia de lucha contra la inseguridad ciudadana. este último tema, a mi juicio, no está siendo debidamente evaluado por el círculo íntimo de decisión que rodea a Keiko Fujimori. Proceder con una censura en este caso, por más demagogia a la que se recurra, les traerá un costo político a los naranjas.

Mientras las broncas del barrio se reinstalan, el país sigue esperando. No existe a la fecha ninguna reforma sustancial, ningún tema crucial de Estado (como debería ser, por ejemplo, la reforma política, la laboral, la lucha anticorrupción, etc.) que veamos en camino. La quincena y el cálculo político inmediato de cada agrupación se siguen imponiendo indolentemente sobre el Perú.

Ojalá, y al menos, la presión política que ejerzan las autoridades de las zonas y regiones afectadas por el reciente fenómeno de El Niño obliguen a concertar a Ejecutivo y Legislativo para una serie de cambios que podrían ser revolucionarios si se hacen con visión de Estado y de largo plazo. La brecha de infraestructura nacional, enorme de por sí, vuelve a ampliarse peligrosamente. No hay forma de afrontar este reto con la celeridad, eficiencia y transparencia del caso si no se remueven una serie de diques y obstáculos enormes, tanto a la inversión pública como privada.

Se equivoca la oposición (toda, no solo el fujimorismo) si proyecta que ante un no deseado fracaso de la reconstrucción por parte del Gobierno, los único que pagarán la factura serán PPK y sus huestes. La población cada vez entiende más que las culpas y las responsabilidades son compartidas. La alharaca y la demagogia ya no son tan rentables como antes.

 

Mario Saldaña C.

@msaldanac

Mario Saldaña
18 de mayo del 2017

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