Martin Santivañez

Balance y liquidación del villaranismo

Balance y liquidación del villaranismo
Martin Santivañez
03 de octubre del 2014

Incapacidad manifiesta de la chalina ha sido más fuerte que molicie de la población

Los estertores de la chalina tendrían que hacernos reflexionar sobre lo que ha significado la irrupción de la supuesta “izquierda moderna y socialdemócrata” en el gobierno de la capital. Lima es la plaza política más importante del país y la izquierda la tuvo en sus manos. Muchas cosas han cambiado en el Perú y una de las más relevantes desde el punto de vista del poder es que la izquierda, aquí y ahora, tiene acceso al gobierno, gana elecciones y ello posibilita que se convierta en un sujeto de análisis, de balance y liquidación.

Pues bien, el balance de la chalina es desastroso, una hecatombe sin paliativos. Vivimos, como dijo Rafael Belaunde, en un país sonámbulo, pero incluso así, la incapacidad manifiesta de la chalina ha sido más fuerte que la molicie de nuestra población. La esperanza que despertaron los verdes se ha trocado en una mueca de desencanto, en un chiste de Melcochita. ¿Qué espectáculo nos han dado los del clan de la chalina? Con la ayuda del gobierno bicéfalo, con la asesoría de toda la progresía universitaria de la ex PUCP, dueños de la opinión de las Rosas Marías y los Rastignac subdesarrollados, disponiendo del tesoro público, con cómplices en todos los medios de comunicación, contando con una coyuntura inmejorable, nos han dejado este bochornoso resultado: jamás la izquierda peruana dispuso de mayores medios y jamás hizo un ridículo de semejante calibre.

Pobre villaranismo. Lo interesante es que, a pesar de su incapacidad para la gestión, los villaranistas presentarán su debacle como la obra de Amalec, esto es, como el resultado de las zancadillas de una oposición “corrupta”. Tal argumento cae por su propio peso, debido a la patente ineficacia de la alcaldesa y a los problemas que su propia gente tiene con la corrupción. Con todo, la victimización sirve para mantener a unas huestes raleadas en torno a un proyecto político con visos de continuidad. Por lo demás, la victimización, que forma parte del ADN de la izquierda global, solo sirve mientras el electorado se encuentra contento (pan y circo), no cuando tienes que atravesar una ciudad colapsada por el tráfico y la delincuencia, dos problemas que la chalina no ha sabido conjurar.

Probablemente, sin darse cuenta, el Titanic de Fuerza Social de tanto navegar por los mares de la denuncia ha colisionado con el iceberg de la tentación. Confieso que me sigue intrigando ese silencio cómplice de muchos de los que se presentan como expertos en transparencia y que callan en todos los idiomas y en todos los canales ante el uso de fondos públicos para un fin privado: el corredor azul. Regalar la plata en época electoral es un incentivo perverso, una distorsión de toda gestión de calidad. La izquierda lo ha hecho y este acto es, en sí mismo, un acto corrupto. Más aún: es un acto inmoral. La liquidación del villaranismo vendrá a partir de este extremo. La historia es partera de estas grandes paradojas, que terminan por colapsar liderazgos: la papisa de la decencia siempre fue la reina de la opacidad.

Por Martín Santiváñez Vivanco
(3 Oct 2014)

Martin Santivañez
03 de octubre del 2014

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