Hugo Neira

“Avenida Larco” / Y debates ad hóminem

“Avenida Larco” / Y debates ad hóminem
Hugo Neira
21 de septiembre del 2015

         Sobre un exitoso musical y algunos asombrosos olvidos políticos

Teatro Marsano. La comedia musical ‘Avenida Larco’. Quien vaya a verla, como    fue mi caso, puede llevarse una muy grata sorpresa. Por una parte, asistirá  como espectador a un evento musical de gran calidad. El grupo de rock es de  primera y lo es el juego de los actores que cantan y bailan profesionalmente.Da gusto decirlo. Tan bueno como los que se presentan en Buenos Aires. Por otra parte, es más que un entretenimiento. Me hizo recordar West Side Story, el enfrentamiento de dos grupos étnicos, americanos y portorriqueños. ‘Avenida Larco’ hilvana un conflicto nuestro. Debo decir que había visto el documental sobre Frágil. La puesta en escena de Giovanni Ciccia supera a la película. En el Marsano tiene la ventaja del impacto directo. Es la historia de un grupo de rockeros que se hilvana con la feroz vida peruana de los sesenta a los noventa. ¡Y de qué manera! En este musical usted va a ver bailar a Sendero, las Fuerzas Armadas y policiales. Bajo el poder del arte y de la irreverencia, los poderes fácticos danzan. Tanto los defensores del orden (y señores del abuso) como los que cogieron los fierros. El público aplaude de pie. Es un mitin pacifista con música. Algo raro. Necesario en tiempos en que algunos todavía traman el infame proyecto de un golpe de Estado.

El segundo tema es el  concepto de “democracia delegativa”. Su mención por el congresista Fujimori en la entrevista que le hizo El Comercio levantó polvareda. Pero no entiendo el ruido, es categoría conocida. El error del congresista Kenji fue decirlo en primera persona. “Yo considero que en el gobierno de mi padre hubo una democracia delegativa”. Parecía una idea suya. No es así. Se lo recordó Sinesio López. En efecto, es categoría analítica de Guillermo O’Donnell, argentino, profesor en Notre Dame. Voy a criticar, pues, la manera cómo se le ha abordado, incluyendo Kenji Fujimori, pero también a algunos comentaristas.

Me asombran varios olvidos.

En primer lugar, no bastaba recordar a O’Donnell. La ha usado Carmen Rosa Balbi. Su trabajo “Le fujimorisme: délégation sous surveillance et citoyenneté”, es de 1997. Hace 18 añitos. El concepto tiene vida propia. En Google, Diana Burgos-Vigna. Lo he usado en “El mal peruano”. Es de lo más corriente.

En segundo lugar, la argumentación ad hóminem. Consiste en tomar en cuenta quien dice algo y no el contenido. Es una falacia. No recomendable para académicos. Es perder, una vez más, la ocasión de debatir un tema de fondo. ¿Hay o no hay una disposición popular al autoritarismo? Eso importa y no si lo dijo Kenji o Perico de los Palotes.

En tercer lugar, ocurre cuando la clase política no atiende las demandas sociales. El poder por delegación tiene un arcoíris que va desde Hugo Chávez a la señora Marine Le Pen, de Maduro a media Europa reaccionaria. Cuando conversamos con Víctor Andrés Ponce, él sostiene que hay “una reserva democrática de mayorías”, ojalá. Yo pienso que la tentación autoritaria fue el 2011, con la victoria de Ollanta Humala. Lo delegativo estuvo en su campaña. “Voy a comandar”. ¡Y lo apoyaron! Ahora bien, los que les parece horrendo el poder delegativo a Alberto Fujimori ¿acaso no son los mismos que aquellos que se subieron al carro de la victoria humalista en las elecciones pasadas? Un poco, pues, de coherencia.

“Quería describir una nueva especie”, dice O’Donnell. “Hay delegación cuando la ciudadana aupa a un líder al poder y luego le da carta blanca”. De ahí, los gobiernos personalistas y regresivos. Chávez y compañía. Lo bello del tema es que puede que ya no sea así. Creo que Kenji se equivoca: “La población está dispuesta a ceder derechos por orden”. No, pues. Mire usted las encuestas de Humala. Al ciudadano lo irrita tanto el desorden delincuencial como los abusos de poder dentro del Estado de derecho. Quieren orden pero también sus derechos. Le va a ser muy difícil a Urresti. Y lo mismo a Autauro Humala, cuando lo suelten. 

Por: Hugo Neira  

Hugo Neira
21 de septiembre del 2015

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