Dante Bobadilla

Autoridad moral

Autoridad moral
Dante Bobadilla
22 de octubre del 2015

Sobre la supuesta “superioridad ética” de quienes avalaron al nacionalismo

Me tienen harto los progresistas predicadores de la moral. Siempre están de pie, sobre su pedestal de mármol, dictaminando, desde su elevada postura, quién está calificado moralmente en el país para criticar al gobierno. Hay alguien que acaba de bajarse de la combi nacionalista y que se siente Manco Cápac en medio de la plaza de La Victoria, porque le encanta señalar con el dedo a los que, según su inmaculada visión, están descalificados moralmente para cuestionar a Ollanta Humala o su primera dama. Esta persona, cuya penosa imagen ha dado vueltas por las redes causando hilaridad, no tiene la más mínima autoridad para predicar moral, ni mucho menos para señalar quién la tiene. Ni siquiera entiendo por qué le dan tanta tribuna. Su única carta es ser un progre PUCP, pero eso en este país es más que suficiente.

Mejor vayamos al escenario general del progresismo. ¿Quién en todo ese variopinto espacio puede tener autoridad moral a estas alturas? ¿No fueron ellos los que apañaron a Ollanta Humala colocándolo a la cabeza de su frente, sabiendo perfectamente quién era? No me digan que no lo sabían. Qué fácil es ahora pasar por tontos y decir que Ollanta los traicionó. No señor. Nadie los traicionó. Todo el mundo sabía que Humala no era más que un trepador dispuesto a cualquier cosa por llegar al poder. ¿O acaso ya no lo había demostrado con el locumbazo y el andahuaylazo? No se le puede acusar a Ollanta de haber traicionado los principios del progresismo, precisamente porque Ollanta nunca tuvo principios.

Que el progresismo le haya prestado su plan de gobierno a Ollanta no significaba nada. Era solo un requisito electoral. Y de hecho, él no tardó en arrojarlo al tacho apenas pasó a la segunda vuelta. Para entonces Ollanta había transitado desde un trasnochado etnocacerismo, es decir, un delirante fascismo andino, a un izquierdismo tradicional de tipo velasquista, para luego ir tras la billetera del chavismo dispuesto a cualquier cosa. En el 2011 abandonó el chavismo y el rojo para colocarse el polo del lulismo bajo la batuta de la mafia empresarial brasileña. Y todo esto lo sabía la izquierda perfectamente, pero igual lo pusieron de mascarón de proa.

¿Toda la gente zurda que hizo cola para subirse a la combi nacionalista, haciendo líder a un improvisado sin norte, puede hablarnos ahora de principios, de moral y de traición? Además, ¿hasta cuándo van a seguir hablando de los 90 como si fuera la peor época de nuestra historia, dejando atrás los 80 en que sus camaradas asesinaban a los peruanos, y cuando la política de izquierda estatista heredada de Velasco nos hundía en la crisis? ¿Qué autoridad moral tienen los que nunca hicieron nada para luchar contra el terrorismo?

¿Hablan de moral quienes han pervertido la ley para combatir a sus enemigos y proteger a sus amigos? ¿Los que han transformado la justicia en un circo romano, donde la caviarada oenegeísta se solaza desde la platea, viendo cómo sus jueces y fiscales se ensañan con los militares y con Alberto Fujimori, año tras año, en una función sin final? ¿Los que han pervertido la propia historia para decirnos que el Estado peruano y sus FFAA fueron tanto o más crueles y asesinos que Sendero Luminoso? ¿Ellos quieren enseñarnos de moral?

Es cierto que nuestra clase política anda muy desprestigiada, pero lo más indignante es ver que los farsantes que deberían estar encabezando el ranking de la inmoralidad política, pretendan erigirse en egregios patricios defensores de la verdad y la moral. No, señores: no son nadie.

Por: Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
22 de octubre del 2015

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