Guillermo Vidalón

Asumir el desafío

Asumir el desafío
Guillermo Vidalón
23 de noviembre del 2016

Enfrentar y denunciar a quienes agitan el descontento social

Gobernar el Perú es ciertamente un gran desafío, es asumir decisiones difíciles en función al “bien mayor”. Pero, ¿cuál debería ser ese “bien mayor”, si nos referimos al Estado? Las denominadas políticas de largo plazo, porque estas siempre responden al interés permanente de un país: sus ciudadanos.

Entonces, cabe preguntarse ¿cuáles son los intereses de la ciudadanía? Alcanzar niveles de bienestar que les permita tener una cierta calidad de vida. Que todas las madres gestantes y sus niños disfruten de una alimentación y cuidado de la salud que les garanticen un desarrollo físico y emocional adecuado. Que la próxima generación reciba un servicio educativo de calidad que le permita competir ventajosamente en un mundo donde el bienestar será posible siempre que se encuentren dispuestos y preparados para investigar y generar conocimiento.

Paso a paso, podríamos seguir describiendo nuestros ideales, añadirles conceptos como justicia y equidad; y en función a ambos, elaborar un discurso atractivo, movilizador, reivindicativo si lo confrontamos con la realidad del país. Inclusive expresar que la construcción de la justicia social solo ha sido posible a través de la “lucha”; por consiguiente, todo aquello que esté orientado a conseguir dicho objetivo resulta legítimo.

Habrá quienes, en función al objetivo trazado, reclamarán la participación activa de la juventud, les pedirán compromiso por la causa de la “justicia social”. Los movilizarán a favor y en contra de las autoridades legítimamente elegidas, denunciarán la existencia de un “orden opresor”, frente al cual la alternativa resulta ser la destrucción de ese orden y la emergencia de nuevos liderazgos que, ¡oh, casualidad!, están representados por quienes los convocan.

Jóvenes y ciudadanos, el mundo de los ideales no se concretará porque alguien se propuso convertirlos en instrumentos de sus objetivos políticos para alcanzar al poder. Los ideales de justicia social y equidad tampoco se logran mediante el despojo de unos en favor de otros, porque la historia tiene un registro incalculable de hechos que confirman aquel dicho popular de que “el que parte y reparte se queda con la mejor parte”.

Así que no pequemos de inocentes e ingenuos. El bienestar, la calidad de vida y demás tienen un costo que debe ser financiado por nosotros mismos, sea que lo hagamos de manera personal o a través de instituciones como el Estado. En uno u otro caso, tenemos que aprovechar nuestras ventajas comparativas. Y si aún no hemos alcanzado niveles de competitividad para generar conocimiento valioso para el intercambio mundial, lo que nos queda es emplear nuestro potencial natural, y en función a su aprovechamiento financiar educación de calidad en todos los niveles. Hasta que la investigación y el conocimiento se conviertan en el gran motor del desarrollo y autogeneración del bienestar y calidad de vida que todos aspiramos.

Ciertamente, hay que trabajar sobre el espacio físico con el mayor cuidado ambiental, pero pretender prescindir de la interacción humana en el mundo es un absurdo. En el caso peruano, emplear nuestra riqueza natural es un imperativo en favor de la reducción de la pobreza, de la calidad de vida de millones de personas y de la justicia social, concreta y no discursiva.

Para muestra un ejemplo, ¿los derrames de petróleo en el Oleoducto Norperuano se van a solucionar porque se realicen una o más movilizaciones? Evidentemente no. El principal motivo de los derrames es la falta de mantenimiento del oleoducto y quizás hasta eventuales hechos de terceros. Pero la única posibilidad de que no se vuelvan a producir derrames es invirtiendo (financiando) su mantenimiento y colocando sistemas de videovigilancia para identificar a los responsables de su vulneración.

Tengamos presente que la reducción de la pobreza en el Perú se estanca por falta de decisión para asumir el desafío de enfrentar y denunciar a quienes —empleando eventuales y legítimas reclamaciones— agitan el descontento social.

 

Guillermo Vidalón del Pino

 
Guillermo Vidalón
23 de noviembre del 2016

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