Raúl Mendoza Cánepa

Arena o piedra

Arena o piedra
Raúl Mendoza Cánepa
12 de septiembre del 2016

La necesaria y difícil supervivencias del pepekausismo

Llámelos “partidos de arena” o como quiera. Quieren gobernar y poco antes de un proceso electoral juntan firmas, buscan a los más pintados, alquilan locales temporales y la hacen a la “democracia interna”. Desde luego, que esta pantomima será deshecha por el voto preferencial, que alterará el orden en la lista al Congreso establecido por los afiliados. La realidad detrás es que los partidos son vehículos electorales, buses VIP en los que cabe todo, siempre que atraiga votos. Si los atrae, “el voto es de aquel o aquella que la hizo con su dinero o su fama en la campaña y no del partido que lo nominó”. No es casual que el congresista se crea dueño de su curul. El patrimonialismo lleva a que cada tribuno decida por su cuenta, se desalinee, quiebre la disciplina e induzca a la fragmentación; en última instancia creerá potestad pasarse a la bancada de enfrente, traicionando al ciudadano que lo eligió (el transfuguismo es ya una tradición entre nosotros).

Luis Alberto Sánchez confesaba que no había mayor dolor que asumir una disciplina partidaria; y paradójicamente no hay mayor satisfacción porque es una misión colectiva, una fe. Lo decía un intelectual y, por tal, un renacentista libre, heredero del arisco y brillante magisterio de González Prada. Fue así que Sánchez se afilió al Apra primigenia. Entender la política como una disciplina no es consigna, sino el orden que deriva de un compromiso con el colectivo. El congresista no solo se debe al Congreso, se debe también al partido que depositó su confianza en él y al líder que le creyó.

La reciente elección del Defensor del Pueblo dio algunas señales inquietantes en una decisión que en nada atañe a votos de conciencia o de moral, sino de anticuerpos o simpatías. El llamado de Pedro Pablo Kuczynski a “votar en bloque y a ganador” prendió la pradera. Cualquier diferencia debió tratarse en las previas, en casa. La disciplina o la cohesión, y más cuando se trata de un partido oficial, deben suponer oído atento a las sugerencias del líder o del pleno partidario; y la flexibilización, un acuerdo subsecuente a una deliberación interna. De eso se trata ser partido, de no irse por la sorpresa o por la tangente, de comprometerse. Un intercambio rápidamente rectificado entre Sheput y Lombardi nos dio visos que el pepekausismo necesita “consolidarse como partido”.

Peruanos por el Kambio tiene la opción de perdurar o de extinguirse. Es una organización cuyos principales líderes tienen la plataforma parlamentaria y ministerial para erigirse como presidenciables, y cuyo adalid en el gobierno tiene la perspectiva temporal de un episodio ¿Tiene Peruanos por el Kambio vocación de “perpetuidad”? ¿Quiere ser una opción longeva o una fugacidad para el olvido? ¿Cuál es su opción de alternancia al 2021? ¿Convocarán a Julio Guzmán? ¿Serán Aráoz, Vizcarra, Sheput u otro su carta al Bicentenario? ¿Existe un compromiso de carrera política entre sus integrantes, o solo es un servicio civil de los empresarios y notables que hoy le suman su peso a la etiqueta?

En realidad, así como van, los pepekausas constituyen una agrupación precaria por variopinta y tecnocrática. Su mayor promesa de sobrevivencia son los políticos puros que la constituyen. Su composición —sin precedentes de militancia, sin masa, sin doctrina, sin mística y sin un ideario que la consolide— obliga a tareas inmediatas. La primera es excluir cualquier círculo cerrado, difuminar los celos, depurar las diferencias y eludir los fragmentos. Hacerse de locales públicos y abiertos que congreguen (los partidos son instituciones y no solo vehículos electorales), cuadros de relevo para consolidar al partido y su dirigencia como órgano inductor de la bancada y como vaso comunicante con el gobernante.

Nadie les pide ser la encarnación del Partido Civil (modernizador del siglo XIX) en su germinación, proyecto de Manuel Pardo; ni el Partido Liberal que el Movimiento Libertad no fue. Pero el presidente Kuczynski tiene en manos la oportunidad de consolidar una institución para el futuro, una que le sobreviva y que sobrepase la línea de tiempo de su gestión. El poder perece y mortales somos. Las instituciones son las herramientas del relevo y la continuidad, la promesa de futuro.

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
12 de septiembre del 2016

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