Dante Bobadilla

Aprendiz de dictador

Vizcarra hace equilibrios sobre la cuerda de la legalidad

Aprendiz de dictador
Dante Bobadilla
13 de septiembre del 2018

 

Parece que Martín Vizcarra ha decidido seguir la escuela tradicional de gobierno latinoamericano y caribeño, sustentada en la demagogia populachera, con alardes de lucha tenaz y confrontación radical contra los fantasmas que amenazan al pueblo. Y también rodeado de una corte de asesores y adulones, que lo aplauden de pie en cada discurso destemplado y entrevista desafiante que brinda para las tribunas.

Vizcarra hace equilibrios peligrosos sobre la cuerda de la legalidad. Mal asesorado, cree que puede presionar al Congreso para que este baile al ritmo que le pone desde Palacio. Ha perdido el sentido de la separación de poderes y el respeto a la autonomía del Congreso. Le gusta el papel de dictador tropical a punto de perder la paciencia y echar de sus cargos a los congresistas. Parece que no ha leído la Constitución y no sabe de qué trata el Estado ni sus instituciones. Se siente dueño del Estado.

Se ha tomado a pecho los aplausos de las calles en cada baño diario de popularidad. Cree en las encuestas amañadas de la prensa que busca controlarlo para estirarle la mano a cambio de apoyo. Sus escuderos lo alientan a cerrar el Congreso, sacar al fiscal de la Nación y tomarse la justicia como un buen dictador. Entre ellos están los cándidos que lloran cada 5 de abril desgarrándose las vestiduras por la democracia interrumpida y la institucionalidad quebrantada por Fujimori.

Vizcarra está convencido de que puede pechar al Congreso, amenazarlo con una cuestión de confianza si no se apuran con las reformas que personalmente les llevó caminando desde Palacio, en acto circense que superó a los bailecitos de PPK. No sabe que la cuestión de confianza solo puede ser presentada por un ministro, y a cuenta de una política de Estado que hace suyo el gabinete o el ministro. Es decir, lo que pretende la cuestión de confianza es defender una política de Estado que un ministro o un gabinete desea llevar a cabo. No al revés.

Alguien tiene que explicarle a Vizcarra, con dibujitos, que las modificaciones de la Constitución no pueden ser motivo de cuestiones de confianza ni apresuramiento. Ya varios expertos le han advertido que sus reformas son un mamarracho. Pero lejos de sentarse a dialogar, o dejar que el Congreso haga su trabajo, Vizcarra sale cada día con la cantaleta del referéndum y la “urgencia” de las reformas, como si no pudiera hacer él mismo algunas reformas importantes dentro de su propio ámbito.

Ya está bueno de tanta alharaca. Las reformas de Vizcarra son solo humo. La no reelección de congresistas es negativa y la bicameralidad es anodina. Lo que deben cambiar son las leyes para impedir partidos cascarón, vientres de alquiler y combis electorales llenas de trepadores, como las de PPK, Humala y Toledo. Todos estos vicios siguen en pie. La paridad de género es simplemente un bodrio totalitario.

Vizcarra debe dejarse de payasadas y confrontaciones. Si quiere reformas puede empezar reduciendo el aparato del Estado, eliminando ministerios y organismos públicos inservibles, como Sunafil, Conadis, Senaju, etc. Puede restituir la Policía de Investigaciones para luchar contra el crimen organizado. Para evitar la corrupción debe achicar el aparato público, eliminar regulaciones, abaratar los costos de las licencias, simplificar los trámites y quitarle poder a la burocracia. Si Vizcarra quiere reformas que empiece por casa. Tiene mucho por hacer sin fastidiar al Congreso.

Estamos hartos de las confrontaciones diarias, de las portadas venenosas, de las columnas difamatorias, de los locutores tendenciosos, de las marchitas de farsantes. El sonsonete de la lucha contra la corrupción ya provoca náusea. Quienes hicieron de esta causa su bandera política son los que hoy están acusados de latrocinios. Y con ellos están embarrados los caviares, sus ONG y sus medios de prensa. Sin embargo, tienen el cuajo de ponerse una vez más el disfraz de luchadores anticorrupción y exigir que se vaya el fiscal de la Nación, que al fin está haciendo su trabajo.

En lugar de combatir la corrupción, Vizcarra ha inventado un excelente distractor con su estrafalario referéndum para reformas basura. Eso no es más que una cortina de humo para no ocuparnos de los mafiosos del siglo XXI, que ya deben rendir cuentas.

 

Dante Bobadilla
13 de septiembre del 2018

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