Apra, Javier Barreda y la crisis de representación emergente

La expulsión de Javier Barreda y la renuncia de uno que otro militante ha generado de alguna u otra manera, una (¿otra?) crisis en el Apra, que se refleja en las cargadas opiniones que tirios y troyanos apristas se han lanzado en las redes sociales. Si a ello le sumamos la posición crítica del mismo García con respecto a la integración de Barreda al gabinete Aráoz, quizá estamos ante una crisis “profunda”. ¿Será así?

No obstante, cada tanto que ocurre alguna de estas “crisis” al interior del partido de la estrella, agudos analistas y sociólogos intentan desarrollar aproximaciones. De allí por ejemplo que se sostenga que esta crisis del aprismo es sobre el liderazgo de García, y que de inmediato aparezcan quienes reclamen “renovación”. Menuda aproximación, ¿no? Si ello es cierto, entonces la integración de Barreda al Gobierno pepekausa se justifica porque se presume que el liderazgo de García impide la renovación, y entonces “se deben seguir otros caminos”.

No obstante, la expulsión de Javier Barreda y la salida de otros militantes solo revelarían que las contradicciones propias de algunos “compañeros” quienes, con todo derecho, pretenden desarrollar su vida política y profesional en otros espacios lejanos al Apra. En todo, caso es su derecho.

Ahora bien, la otra aproximación es que el debate sustancial en el aprismo no corresponde a una crisis de liderazgo o renovación, porque el principal problema del Partido Aprista es que desde hace tiempo se ha colocado de espaldas a ese mundo ancho y ajeno que es la emergencia de una sociedad, al “otro Perú”, y que ha dejado de representar sus demandas, intereses y necesidades.

Si revisamos la historia determinaremos que el surgimiento del Apra como una organización de masas, popular, policlasista y de amplia base social (empleados, obreros y agricultores) se debió al fracaso de los partidos de la llamada República Aristocrática y a la emergencia de un país distinto. Así, ni el Partido Liberal, ni el Demócrata o el Civilista supieron representar las demandas, aspiraciones y necesidades del nuevo Perú que emergió en las regiones de la costa norte —sobre todo—, ancladas al comercio mundial de la agroexportación.

Todo politólogo o sociólogo que no tenga anteojeras ideológicas debería reconocer que la gran novedad del siglo XXI es que hoy el Perú es más nación que ayer por la emergencia de una nueva sociedad que ha transformado las principales ciudades criollas del Perú. Todo pues ha cambiado. ¿Acaso no es Lima la primera ciudad andina?

¿Por qué hacemos la anterior reflexión? Porque algo así ocurrió durante el principio del siglo XX, cuando el Perú emergente destrozó al Perú de la República Aristocrática. El Apra fue masivo y popular porque de alguna manera Haya de la Torre supo “entender” la lógica de esta nueva sociedad que pulverizó para siempre la República de los apellidos. Hoy, sucede algo parecido. Existe una sociedad emergente, esta vez de origen andino, que golpea las viejas estructuras de la sociedad criolla.

Si todo lo anterior es cierto y si hoy el Apra está en medio de una crisis es porque no ha logrado conectar con esta sociedad emergente a través de una plataforma que aglutine las demandas, aspiraciones y necesidades de esta nueva sociedad andina con voto y derecho a la propiedad, promercado y capitalista. Aquí entonces, la expulsión de Barreda y la renuncia de algunos militantes sería solo una anécdota. El debate serio y agudo entonces sería otro.