Apatía política

Sobre la nueva elección en el Reino Unido

¡Qué pereza!, ¡qué tedio!, ¡qué desgano! El martes el mundo brillaba luego de haber tenido un fin de semana largo, las energías estaban a tope cuando decidí darme una bien ganada recompensa luego de una mañana recargada de trabajo. Bajé alegremente los dos pisos y ya podía sentir el aceite de oliva en las manos al pensar en el panini de mozzarella con pesto y tomate que estaba a punto de engullir; pero cuando iba a abrir la puerta del edificio, con el rabillo del ojo vi el televisor de pantalla gigante que adorna la sala de espera. El titular del noticiero decía: “Theresa May anuncia nueva elección para el 8 de junio”.

¡La madre del cordero! ¿Por qué? ¿Otra vez? ¿Están haciendo el recuento de las noticias del año? Pues no, Theresa May ha llamado súbitamente a una elección y el ánimo general del país ha caído como el mercado cada vez que una persona menciona el Brexit. La reacción a la nueva elección en el Reino Unido ha causado un general encogimiento de hombros. Y yo soy parte de esa mayoría.

Luego de meses de escuchar rebuznos acerca del Brexit y seguir todos los pasos dados por la administración de T. May, el declive del partido laborista en el Reino Unido, la elección de Trump, el escándalo “Trump-Rusia”, todo lo que ha hecho Trump desde su elección, el superescándalo de Odebrecht, la orden de captura de Toledo, las idas y venida de la ex pareja presidencial peruana, las elecciones holandesas, las elecciones francesas, las protestas en Venezuela, la marcha por la ciencia y un largo etcétera, ya no puedo seguir absorbiendo noticias cual esponja al ayudín.

Leer los periódicos y ver las noticias por las mañanas es tomar la consciente decisión de tirarte un cubo de sangre en la cara para despertarte. Últimamente la única forma en la que puedo digerir las noticias es con la ayuda de los shows de John Oliver y Stephen Colbert. Todos necesitamos una capa de azúcar para tragar las más amargas píldoras, y la sátira política obra de maravilla.

El martes, luego de enterarme de la jugarreta de T.May, corrí hasta la cafetería en estado de shock y, en un estilo muy telenovelesco, les llevé las noticias a mis compañeros. Los franceses no dijeron ni pio, no entendían que ocurría ni lo querían saber, ya tenían bastante con lo suyo. Los británicos actuaron más británicos que de costumbre, excusándose amablemente de opinar sobre el asunto. Los mediterráneos, con la sangre más caliente y con la economía más destrozada, salieron de inmediato a la palestra a poner verde a May. No debe ser sorpresa alguna que los europeos en Reino Unido no ven con buenos ojos a la ministra británica.

La conversación fue deprimente. Todos recordamos el Brexit, todos recordamos que no podemos votar, y todos recordamos la clara división que existe entre británicos y el resto de Europa. La conversación duró treinta minutos, y como siempre terminó con los mediterráneos comparando los precios de las viviendas de hoy con las de hace diez años, porque al final del día eso es lo que les importa.

Predigo, viendo como se pone gris el firmamento, que el ausentismo será mucho mayor. Los jóvenes que estuvieron motivados a ir a las urnas a defender su futuro en Europa no tienen a quién voltearle la cara. ¿Y ahora quién podrá defenderlos? ¿El partido laborista que hizo poco o nada por la campaña “Remain”? ¿Los conservadores que esperan ganar poder para negociar, o dígase más bien lavarse las manos, en lo que será un difícil acuerdo con Europa?¿Cree alguien que los liberales demócratas darán batalla? Vale la pena soñar.

Rocío Valverde