Darío Enríquez

Antifujimoristas unidos piden el cierre del Congreso

Gran triunfo de Alberto Fujimori con la conversión de sus enemigos

Antifujimoristas unidos piden el cierre del Congreso
Darío Enríquez
06 de junio del 2018

 

Las diversas facciones del antifujimorismo —muchas de ellas completamente opuestas entre sí desde sus disímiles visiones del mundo, pero unidas por su consabido odio común— vienen propagando un pedido ruidoso desde el mundo ficticio de las redes sociales y también desde las calles plenas de falsas multitudes militantes: ¡Cierren el Congreso! Esto significa, sin duda alguna, un extraordinario triunfo político de Alberto Fujimori. Después de más de 25 años, ese pedido implica —por todo lo alto— una reivindicación histórica de la trascendental medida que tomó el 5 de abril de 1992, y que sus enemigos unidos de hoy reconocen en los hechos como una decisión valiente y necesaria.

Debemos precisar que las difíciles circunstancias históricas que vivimos a inicios de los noventa no son para nada similares a lo que sucede hoy. En comparación, la actualidad política del Perú resulta absolutamente trivial. Estábamos en el fondo del abismo, como consecuencia de 25 años de vigencia del régimen económico socialista establecido en 1968 por la dictadura militar de Velasco, que ni Haya en 1978 ni Belaunde en 1980 ni García en 1985 fueron capaces de terminar, y más bien alimentaron en forma irresponsable y punible. A la destrucción de nuestra economía y la hiperinflación (un pan en 1968 costaba 10 centavos y en 1990 su precio era 100 millones), se agregó el pésimo manejo del fenómeno terrorista en los ochenta.

Lo del 5 de abril de 1992 fue una salida extralegal para dar fin al ilegal y nefasto régimen económico iniciado por el golpe militar del 3 de octubre de 1968, ratificado por la ilegal Asamblea Constituyente de 1978-1979. La dictadura militar prohibió expresamente derogar o reformar aquel régimen económico. Se debía aceptar sí o sí. El partido Acción Popular decidió no participar bajo esas condiciones. Luego, ese partido ganó en forma directa la presidencia y logró mayoría absoluta, tanto en diputados como en senadores en las elecciones de 1980.

El antifujimorismo “unido” no puede asimilar que el partido Fuerza Popular haya obtenido una considerable mayoría en el Congreso elegido en 2016. Desde el primer día recurre a todo tipo de artilugios para deslegitimar y desconocer la voluntad popular. Es cierto que desde el Congreso se ha cometido tantos errores y perpetrado tantos despropósitos que hoy muy pocos de esos congresistas serían reelegidos. Pero ese desprestigio no es muy diferente al que han tenido congresos anteriores. Si se convoca nuevas elecciones congresales, lo más probable es que Fuerza Popular logre cifras similares, debido a la cobertura de las bases fujimoristas en el territorio nacional (logró representantes en todas las regiones) y a la debilidad de sus oponentes.

No solo condenamos, sino que repudiamos la forma como se gasta el dinero de todos los peruanos en cosas absolutamente innecesarias. Pero el gasto del Congreso solo alcanza —como máximo— 0.48% del presupuesto nacional. ¿Por qué la prensa no fiscaliza el 99,52% restante? Ellos creen que nadie se da cuenta. El costo total que implica mantener el Congreso es claramente inferior a los S/ 600 millones recibidos por la denominada “concentración de medios” solo en los últimos 18 meses. Esos pagos por publicidad estatal inútil y dispendiosa se parece demasiado a la compra de conciencias y la corrupción desatada por el denominado “fujimontesinismo” a fines de los noventa. Demasiado. Debemos eliminar esos gastos.

Además, el despilfarro desde el Poder Ejecutivo supera largamente cualquier estimación que hagamos, especialmente por gastos tan superfluos —cuando no corruptos— en los Juegos Panamericanos, la refinería de Talara, los sobreprecios en las obras civiles de la megacorrupción y el exceso de burócratas “de confianza” en el aparato estatal.

Como lo venimos sosteniendo desde siempre, solo la aplicación eficaz y rigurosa del principio de “Estado mínimo” nos permitirá superar el entrampamiento de nuestra economía. Para el caso del Perú, se trata de lo que se ha dado en llamar la “segunda ola de reformas”, en referencia a la exitosa primera ola de los novent). Estas reformas no son solo necesarias, sino urgentes. No sabemos si el presidente Vizcarra tendrá la firmeza, el coraje y la decisión de llevar a efecto esas reformas. Queremos creer que sí.

 

Darío Enríquez
06 de junio del 2018

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