Jorge Valenzuela

Amistad

Amistad
Jorge Valenzuela
24 de diciembre del 2014

Sobre la amistad y la virtud             

Hace ya veinte años que, sin dudar, Pedro, Tito, Miguel, Saúl, Raymundo y quien esto escribe, nos reunimos cada vez que cualquiera de nosotros suma a su edad un año más de esta insufrible, pero, a la vez, apasionante vida. Es una ley entre nosotros, una hermosa ley (si las hay) que nos mantiene unidos desde que nos conocimos, allá por los olvidables años noventa, en un centro de trabajo que demandaba de nosotros un trato permanente con jóvenes con expectativas de ingresar a la universidad.

Los años, los trabajos, los achaques y las nuevas responsabilidades nos fueron alejando, es verdad, pero no tanto como para no estar juntos, nuevamente, llegado el cumpleaños de alguno de nosotros, celebrando, en una mesa bien servida, al agasajado con la misma alegría con la que lo hacíamos hace veinte años y con más kilos encima.

Voltaire define a la amistad como un contrato tácito entre dos o más personas virtuosas y enfatiza “virtuosas” pues según él filósofo ilustrado francés “los malos no tienen sino cómplices; los sensuales, compañeros de desenfreno; los muy apegados a los bienes materiales, asociados; los políticos, facciosos, que atraen junto a sí; los príncipes, cortesanos; pero solo los hombres virtuosos son los que tienen amigos”.

Ser amigo de alguien implica, pues, iniciar el camino hacia la virtud o más aún, supone que solo podemos llegar a ser virtuosos si desarrollamos y nos entregamos a la amistad sincera. Ser amigo de alguien no es, pues, un camino fácil. En nuestro caso, como amigos, sabemos que ese es un camino largo y que lo más importante de todo es que lo estamos recorriendo juntos, compartiendo lo bueno y lo malo, como en la vida misma.

Gracias a la amistad que nos profesamos, cada uno de nosotros ha mejorado en todos los sentidos a través del tiempo. Somos mejores gracias a los demás. Y si, como dice Voltaire, la virtud es la beneficencia con el prójimo, no podemos ser virtuosos si no les hacemos el bien a los demás. Citémoslo: “estoy en peligro, vienes a socorrerme; me engañan, tú me dices la verdad; me desprecian, tú me consuelas; soy ignorante, tú me instruyes; por todo ello, sin dificultad, te llamaré virtuoso”.

Pero no solo eso. Para Voltaire el prudente es quien se hace el bien a sí mismo mientras que el virtuoso es el que se lo hace a los demás. El principio es claro: no hay nada verdaderamente bueno para nosotros, sino aquello que produce el bien al otro. Por ello sostiene, adicionalmente, que un solitario podrá ser sobrio, y hasta piadoso y quizá pueda llegar a ser santo, pero nunca virtuoso pues solo lo sería gracias a una acción aprovechada por los demás hombres.

En una de sus más bellas prosas apátridas Julio Ramón Ribeyro dice que la amistad es un sentimiento absolutamente recíproco, justo, pues solo se puede ser amigo de alguien que, a su vez, es nuestro amigo. Virtud es, pues, preocuparse por el otro y en ese sentido es ser solidario. Implica un “me importas”, un “te aprecio y te respeto como eres”.

Cada vez que mi grupo de amigos se reune para celebrar y festejar a uno de nosotros me siento el más afortunado de los hombres. Sé, estoy seguro, que la amistad que compartimos en esas horas de alegría y solaz es el mejor regalo que cualquier ser humano podría dar y recibir.

Por Jorge Valenzuela

24 - dic - 2014

Jorge Valenzuela
24 de diciembre del 2014

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