¡Alberto Fujimori libre!

El indulto humanitario otorgado al ex presidente Alberto Fujimori es la mejor decisión tomada por el actual presidente Pedro Pablo Kuczynski. Es el mejor regalo navideño que recibe el país del actual gobierno. La noticia alegra a una inmensa población (más del 70%) que, sin necesidad de simpatizar con el ex presidente Fujimori, ve con buenos ojos la liberación de quien con mucho esfuerzo y decisiones firmes sacó al país de la oscuridad. El ex presidente fue víctima de un implacable plan de persecución durante el gobierno de Alejandro Toledo. Se le abrieron innumerables procesos judiciales y comisiones de investigación en el Congreso de la República con el fin de encontrarle alguna culpabilidad. Sufrió una carcelería injusta producto de una sentencia maliciosa, manejada políticamente y con un Tribunal Constitucional que cerraba todos los candados que permitieran revisar la resolución jalada de los pelos que lo condenó. Resolución que incluía una pena - de lesa humanidad - que no fue materia del proceso judicial.

Claro que es un día histórico. La injusticia no puede perpetuarse en el país. La verdad no puede seguir arrinconada y mangoneada por quienes ni olvidan ni perdonan, por aquellos que quieren imponer sus deseos personales contra los deseos de la mayoría de peruanos. El país no puede ser injusto con un hombre que le cambió la ruta al país, que hizo un buen trabajo, que ofreció resultados positivos para la economía y la tranquilidad social. La determinación de Fujimori hizo que, en los noventa, Perú enmendará el rumbo equivocado que sumió en la pobreza y el abandono a la población durante siglos. De ser un país declarado inelegibles por la banca en el mundo entero y acosado por las bandas terroristas, con Fujimori se pasó a ser una sociedad de ingresos medios. Las llamadas reformas de primera generación fueron las bases del éxito económico que hoy cosechan la industria nacional y todos los emprendimientos, grandes y pequeños.

Alberto Fujimori es el líder indiscutible de los pobres y de los abandonados, de quienes nunca vieron a un presidente llegar a sus poblados para conversar con ellos y para atender sus demandas. Para verlo igual a ellos. El chino rompió la imagen del presidente instalado en su palacio y de asiduo concurrente a los cocteles ofrecido por la socialite limeña. En las comunidades andinas, los campesinos fueron testigos de como el presidente instruía a sus ministros las obras que se deberían realizar a pedido de los pobladores. Obras, que por cierto, se ejecutaron de inmediato. Es por eso que a Fujimori se le recuerda por las numerosas obras en el país de los desposeídos y los ninguneados. Más allá de los puentes, reservorios de agua, arborización, postas médicas y carreteras que unieron los poblados, la gran obra que se aprecia en los poblados que fueron asolados por el terrorismo es la paz que llegó por él. Es allí donde se sustenta su popularidad. También es relevante la construcción de cientos de colegios en todo el territorio nacional. Ese era el inicio de un plan educativo que se quedó trunco. Primero fue la construcción de una infraestructura adecuada y luego un plan de alimentación y contenido educativo que haría del escolar peruano un potencial profesional y hombre de bien.  

Claro está que los plebeyos del país soñaron con la libertad del chino. Claro está que para ellos esta navidad será inolvidable. Claro está que el país volverá a su normalidad. Una carga menos. Una situación resuelta así no les guste a unos cuantos  ¿Cómo pudo la injusticia sobrevivir tanto tiempo? ¿Cómo el ensañamiento pudo más que la ley y la sensatez? Claro está, también, que todo eso se olvida y se perdona.