Alan García y la nueva centralidad

Sobre la candidatura del líder aprista y sus posibilidades de éxito

Hay tiempo. Todavía de sobra. Porque en política el tiempo es un capital que no genera rentabilidad. Las elecciones son aún lejanas. En diciembre del 2010, Luis Castañeda Lossio y Alejandro Toledo tenían 28% y 24%, respectivamente -cuatro meses antes de las elecciones- y sin embargo ninguno llegó a buen puerto. Por eso Alan viaja como en gira a lo que otrora fue el “sólido norte aprista”. Entre otras cosas, para otear si en su antes imponente bastión el sentimiento aprista no se ha desvanecido y, de paso, oler el “sentir” de las masas. Porque si algo es cierto es que García es un agudo estudioso de cómo piensa el común de los ciudadanos. ¿Será cierto que tiene 10% de intención de voto?

A García nadie le narra el cuento. A su regreso en el 2001 pasó a la segunda vuelta con Alejandro Toledo a pesar que las encuestas le pintaban solo un 3%. En el 2006 le ganó al Humala bolivariano eligiendo astutamente a Hugo Chávez como adversario. Maquiavelo hablaba también de “garantías” en El Príncipe. García no tenía mayor garantía que un primer mal gobierno, su única carta era la palabra y la astucia política.

Pero si algo no quiere redimir García es ser el Toledo del 2011. Acongojado y triste por ser un ex candidato y no un ex presidente. En esta gira, García ha ensayado más de lo que parece y probablemente sacará algunas reflexiones que impacientan a los adversarios. Oficialmente nadie ha empezado la campaña pero la toma del poder no empieza en dos días para declamar en público. Eso lo sabe cualquiera. Y García no entrará en el ruedo oficialmente en medida que no haya condiciones para la victoria. Aun así hoy tiene mejores “garantías”, 150 mil obras y un buen segundo gobierno, además de la astucia y el uso intensivo de la palabra, que a pesar de la globalización y las redes sociales no son poca cosa.

En política casi siempre uno disputa la hegemonía por el terreno. Si uno alcanza a conquistar primero el terreno puede condicionar los resultados. García necesita obtener la hegemonía del terreno en disputa y llenarlo porque el poder no admite vacíos. La ley “pulpín” demostró que García puede llevar el cajón y la guitarra. PPK se retractó y Keiko desorbitó a su bancada. Pero las elecciones necesitan de temas permanentes que llenen el vacío constante. Es decir, cada paso debe tener el objetivo de acercase a la hegemonía, en otras palabras poner la agenda política y mediática electoral.

Las elecciones se ganan con mayorías. Pero estas mayorías no están sujetas a la pasividad, están activas buscando que alguien sintonice con ellas. Las mayorías también se pueden crear. El Alan del 1985 y del 2006 creó “mayorías”. Para tener hegemonía en el tablero político es necesario crear una nueva “centralidad”. Y centralidad no es el centro. El centro es el lugar medio entre izquierda y derecha. Es otra cosa. La centralidad es crear un nuevo terreno, nuevas mayorías, identidades colectivas a partir de la diferenciación de las propuestas con el adversario. No se gana si uno se parece al oponente.

La nueva centralidad del tablero refiere que las mayorías populares tienen demandas que no son ideológicas sino meramente pragmáticas. Las mayorías no son de izquierda, tampoco de derechas. Prefieren la política práctica. Eso no implica que las fronteras entre derecha e izquierda estén cerradas por completo sino que simplemente han nacido otras. Hay nuevas fronteras abiertas. La eficiencia sobre la incapacidad, el orden frente a la anarquía de la inseguridad. El poder también se construye con una nueva centralidad.

Por Iván Arenas

08 – Jul – 2015