Hugo Neira

Alan García. Confucio y el qué dirán

Alan García. Confucio y el qué dirán
Hugo Neira
20 de octubre del 2014

Sobre un libro digno de leerse y el clima inquisitorial de la Lima del siglo XXI

El libro Confucio y la globalización está en librerías, y a la vez en la preocupación de quienes temen al autor como probable candidato a la presidencia en el 2016. Yo no sé si eso será cierto, ni estoy en el secreto de los dioses, solo digo que tal coincidencia, en otra megalópolis sudamericana —Buenos Aires, México—, provocaría un apasionado debate. Aquí no, la respuesta es el precavido silencio. En Lima hay mucha gente inteligente que le encantaría comentar este libro, pero no se atreven. Lo digo para que se sepa, los estrechos límites de nuestra “ciudad letrada”, como dice la doctora Mc Evoy cuando se ocupa del XIX peruano. Pero aquí estoy tratando del clima inquisitorial de Lima en el siglo XXI. Por hacer mención de este libro de Alan García, muchos perderían el empleo. Estoy hablando de universidades, en medios sí se ha comentado (Raúl Vargas, RPP). Los de la secta que ningunea, controla cátedras. En lo que me concierne seguiré en lo que me place. Aquí hice la reseña de Nicolás Lynch, sin cálculos viles de a qué molino llevaba agua.

Vamos al libro que adquirí en una librería, y sin que nadie me impusiera una reseña, apenas lo tuve en la mano pasé a examinarlo con la metodología que recomiendo a mis alumnos. Leerlo por entero y definir el tema dominante. Algunos lo llaman “el asunto”, pero Lázaro Carreter, propedéutico español, lo llama el tema, y en eso me quedo. Y se dice corto. El que reseñamos está en “el funcionario educado”. Es decir, la administración en China, exitosa por racional, adoptada gracias a la predominancia de la escuela confuciana. El caso es que desde  207 a.C., se inventa en China el Estado en base a funcionarios reales reclutados por concursos abiertos a todo el que tuviese competencia. Esos son los mandarines. Las subsiguientes dinastías, los Sui, los Tang —paso varias de ellas— y los Ming, coetáneos del Descubrimiento, siendo mongoles, siguieron ocupándose de la educación popular. Eso y un pacto con las masas rurales evitó feudalismos. Todo esto hizo de China una potencia sin colonias y admirable. El autor se ocupa minuciosamente de ese tema central. De cómo el proceso chino no es una reacción contra el maoísmo (:36-40). De Confucio, centro de gravedad de esa cultura (:65). La tesis es muy interesante, ¿el confucionismo reemplazando el marxismo? Y el hecho que hayan traducido el libro de AG, es un signo, casi.

Ahora bien ¿qué es eso de “el modo de ser chino” (Cap. I)? Un comentario obliga a buscar el concepto clave que sigue el autor. Lo hallé en la página 58, la cita de Abram Kardiner, la idea de “la personalidad básica”. ¿Y quién es Kardiner? Un fruto del encuentro entre psicoanálisis y antropología, el culturalismo, un linaje de renovadores: Ruth Benedict, Linton, Sapir. Ellos trabajaron con la idea de los “pattern”, es decir hábitos y disposiciones que permanecen. De modo que el autor se apoya en  fundamentos académicos. De ahí los cap. II, III, V. Sobre el peso de la familia ampliada, la política y el Estado, en China clásica y la actual.

Me hubiera gustado, sin embargo, que se dijera que China es laica. En el pasado, no hubo tensión entre religión y conocimiento intelectual, como es el caso nuestro, herederos de la Contrarreforma. Siempre estamos viendo a quién colgamos sambenitos o ponemos en la hoguera de los proscritos. China en cambio es, como dicen los chinos, “el país de las tres escuelas”, confucionistas, budistas y taoístas. Escuelas de moral y fuerte espiritualidad, lo que a veces hace que en Occidente las toman como religiones. Error, para los chinos el mundo es increado. Y esto sí lo aborda el autor (Cap. III, del Dios creador y el antropocentrismo). China es un tema enorme. AG ha hecho un libro de múltiples entradas, es mezquino no leerlo. “Investigación extensa”. “García destaca su filosofía (la de Confucio) a favor de la igualdad de los hombres, su labor conciliadora”. Cito uno de los comentarios, en México. Y aquí ¿el ninguneo de los catedráticos mandarines, que no lo son, porque no han pasado concurso alguno? ¡Qué vergüenza!

Por Hugo Neira
(20 - oct - 2014)

Hugo Neira
20 de octubre del 2014

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