Eduardo Zapata

AL DÍA SIGUIENTE

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Eduardo Zapata
02 de junio del 2016

El nuevo gobernante tendrá que ganar confianza y credibilidad

La comunicación política ha sido siempre un juego de luces y sombras. Iluminamos las supuestas fortalezas propias para echar sombras sobre aquellas de los rivales. Con la iluminación debida podemos cambiar incluso la oportunidad electoral cierta de un candidato o candidata y presentarla como una amenaza. Hitler visibilizó a los judíos como culpables de la situación de Alemania. Donald Trump lo hizo con los ilegales para ganar la nominación del Partido Republicano. Chávez y Maduro fabularon y fabulan la “conspiración del imperio”.

A partir de evidencias parciales y para ensombrecer —y finalmente descalificar— a algunos políticos, ciertos comunicadores lograron imponer gradualmente el “roba, pero hace obra”. Pretendiendo con el juego de palabras desmerecer el hacer en nombre de la, por cierto, debida decencia en la gestión pública. En la retórica clásica hay una figura que se llama la metonimia y una de sus formas es evocar el todo por una de sus partes. Bastaba y basta entonces con ensombrecer una de las partes —una obra pública, por ejemplo— para que toda una gestión resultase criminalizada.

Se posicionó así en la mente de los ciudadanos la urgencia de la decencia. Y muchos candidatos a cargos públicos triunfaron enarbolándola. Lamentablemente sus pobres gestiones posicionaron en la mente de los ciudadanos —y como consecuencia— el “no roba, pero no hace obra”. Y así ser decente pero ineficiente se convirtió también en un modo de corrupción.

En este juego de luces y sombras, los últimos años han sido trágicos para el imaginario colectivo de la sociedad peruana. Porque si el “roba, pero hace obra” aludía a indebidas y condenables comisiones, la iluminación del todo del gobierno nacional y de los gobiernos regionales nos habla no ya de comisiones por obras existentes, sino de pagos escandalosos por obras inexistentes.

Todo esto nos lleva al día siguiente de la elección presidencial. En puridad, al día siguiente de la asunción del cargo. Porque quien asuma el gobierno nacional —en aras de la pervivencia democrática— tendrá que recuperar rápidamente confianza y credibilidad. Y no podrá lograrlo solo invocándose como decente, sino haciendo la obra necesaria y ofreciendo el servicio requerido. Inevitablemente —y por obra de la comunicación política a la que hemos hecho alusión— esa obra o servicio habrá de discurrir a la sombra de la duda o la sospecha.

En esta cultura de la duda y la sospecha, instauradas respecto a la gestión pública, tocará a los medios de comunicación constituirse en vigilantes guardianes de esa decencia acaso perdida, a la luz de las obras inexistentes. Gran responsabilidad de los medios porque, más allá de sus naturales simpatías políticas, en juego estará el sutil equilibrio entre la vigilancia estricta y el posicionamiento —ojalá factible— de un saludable y urgente “no roba y hace obra”.

Al día siguiente puede ser entonces aquel posterior a esta elección. O aquel posterior a la elección del 2021. Dependerá de la madurez de nuestro voto ahora, pero sobre todo de la actitud de todos respecto a los próximos cinco años. Porque el ciudadano común —no el estereotipado como de derechas o de izquierdas, ni de culturas o inculturas— no tolerará más un Estado ineficiente.  

Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
02 de junio del 2016

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