Hugo Neira

Aguas desbordadas y estrés climático

Hacia una geopolítica del agua

Aguas desbordadas y estrés climático
Hugo Neira
20 de marzo del 2017

Hacia una geopolítica del agua

Los océanos son el 71% de la superficie planeta. El agua dulce es escasa. Además, se encuentra fuera de nuestro alcance, en glaciales. Los ríos, aunque no lo parezca, son mínimos. Incluyendo el Nilo, el Mississippi o el Amazonas. De modo que cuando mis paisanos ven llegar los huaicos y el agua feroz de los desbordes, ven una calamidad. Y tienen razón. Pero también una riqueza que ni hemos intentado controlar. El agua la necesitamos para muchos usos y para el cuerpo. Somos en un 78% agua.

Nunca en mi vida, que comienza a ser anormalmente longeva, había visto algo semejante. ¡Tantos ríos fuera de cauce! “Más de medio millón de afectados” (Perú21). Pero de aquí a unas semanas, cesarán las lluvias. Se levantarán casas y puentes, parte de lo dañado. ¿Regresará la pachocha? Lo peor que nos puede pasar es que lo tomemos como un accidente. No es solo un Niño más, técnicamente lo llaman la “oscilación austral” (ENSO) vinculada a un proceso muy complejo. ¿Saben que provoca sequías y hambrunas en el Asia? El recalentamiento climático actual es un hecho y no tiene precedentes. Sus altas temperaturas ya las conocen en Lima. Adiós a la eterna primavera. Y adiós al mito, “en la costa no llueve”. Hoy llueve y truena.

Los retos ecológicos hicieron naciones. Los Estados Unidos existen —entre otras causas— porque pueden usar las aguas del Mississippi. Tiene 6,800 kms. Como a cada rato se salía —sin Niño alguno— en 1875 y 1880 comenzaron los grandes trabajos. En 1927 se volvió a salir. Tiene hoy 37 represas y una serie inacabable de esclusas. Cuando era niño lo conocí, leyendo a Mark Twain. De grande, tomé uno de sus barcos, es navegable.

Nunca tuvimos techos en “A”, ni calles con canales. Me alegré mucho que el ministro Nieto, tan cuidado en sus expresiones, no pudiera retenerse para decir una verdad de perogrullo: Piura, Chiclayo, Trujillo, con calles inundadas, sin alcantarillas “tenía que haberse hecho desde el siglo XVIII”. En el Diccionario, “canales situados a los lados de las calles para las aguas de las lluvias”. Eso será en España, lo que es por aquí, nunca.

El sida no es un asunto solamente medicinal. Las inundaciones no pueden ser consideradas únicamente como catástrofe natural. Ponen al descubierto la capacidad de una sociedad para instalar personas fuera de las zonas expuestas. Y eso no va a ser fácil.

Y ante lo que está pasando, ¿cómo nos verán en el planeta entero? Nos verán como un país indolente de ríos ricos en agua, pero sin barreras ni represas. En la actual geografía del mundo los países se clasifican en los que tienen agua y los en vía de desertificación. En el norte de la India, en Afganistán, en países africanos, de sus zonas desérticas parten gigantescas migraciones. Esos países no tienen Niño. Simplemente no tienen agua.

Hay una geopolítica del agua. ¿Sabía usted, amable lector, que hay más de mil millones de seres humanos que no tienen acceso al agua potable? Si el presidente PPK logra su plan agua, pasa a la historia. En la totalidad de la hidrósfera, el agua de mar es el 97.5%, y el agua dulce 2.5%. Y está en los glaciales y en lagos y aguas subterráneas. Y ya se habla de las guerras futuras por el agua. Cargamos con el peso de la inercia de las generaciones anteriores. Vieron correr tranquilamente hacia el mar una riqueza invalorable.

El desborde de estos días es catastrófico, hay muertos y gente que ha perdido bienes y cultivos. Pero hay que verlo como una moneda. En una cara está la desgracia, en la otra, la fortuna. Tener agua dulce. ¡Pero deben clamar por las represas! Si fuéramos un país moderno ni una gota de esos ríos costeños llegaría al océano. Tampoco es fatal que la costa sea un desierto. Mirada colonial, pasiva. Con agua, dejaría de ser eriaza. Y eso es la modernidad. Pero en el Perú hay una adoración panteísta para apus y cerros. En China, sin dejar de ser confucianos o budistas, sobrepasan sus montañas con carreteras elevadísimas que nos gustaría ver en los Andes. Grandes obras, no hemos hecho. Ni en la Colonia ni en la República. ¡Y Henri Meiggs era gringo! Pero a muchos, tocar la naturaleza les parece una apostasía. En fin, la nueva era geológica ya tiene nombre, Antropoceno: el clima hace la historia, y al clima lo hace el hombre. Una gran parte de lo que está pasando —globalmente— es nuestra responsabilidad. El ozono, el CO2. Hay unos límites naturales para el desarrollo.

En lo inmediato, el coraje con que los peruanos con los pies en el agua enfrentan el cataclismo. Y la manera eficaz, hay que decirlo, cómo el Estado y las fuerzas armadas están actuando. Pero le temo al cortoplacismo. Sin embargo, con obras que se continuaran unos veinte años podríamos ser un país próspero, con agricultura moderna. Hace bien, señor presidente, de llamar a unos 15,000 ingenieros. No es un sueño, es una posibilidad. Como decía mi abuelita, no hay mal que por bien no venga.

Al presidente Piñera, liberal, el terremoto chileno lo obligó a cambiar de plan. De pronto PPK prefiere el crecimiento de los bienes públicos. Otros puentes, otras carreteras, ríos domesticados…

Hugo Neira

 

 
Hugo Neira
20 de marzo del 2017

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