J. Eduardo Ponce Vivanco

Aduviri: Incordio geopolítico

Aduviri: Incordio geopolítico
J. Eduardo Ponce Vivanco
24 de septiembre del 2014

Un enfoque crítico de la candidatura del dirigente aymara en la región Puno

Un preocupante artículo en El Montonero (“La insurgencia de Aduviri”, Tino Santander, 23.9.2014) me invita a comentar las proyecciones geopolíticas que plantea la eventual – e indeseable – elección de Walter Aduviri en la Región Puno.

El antiminero que arruinó la inversión aurífera canadiense en Santa Ana y se atrincheró en Panamericana TV, asaltando sus instalaciones en Lima, ha comenzado a sincerar sus planes subversivos, sin que el Estado siquiera lo perciba.  Santander nos informa que Aduviri está replicando las incursiones de los Ponchos Rojos bolivianos. Demanda un “voto étnico” e intimida a los electores. Un gesto político significativo porque ratifica lo que ya sabíamos: que Aduviri es el principal contacto peruano con el ala más radical del Movimiento al Socialismo (MAS) que lidera Evo Morales. El objetivo es, naturalmente, expandir el poder de la comunidad aymara a la que ambos pertenecen.

A Evo y al MAS no les basta con haber impuesto por la fuerza la Constitución del llamado Estado Plurinacional de Bolivia, disfraz del componente aymara que han impuesto al resto del país - una etnia presente en Bolivia y Perú, además del norte de Chile y Argentina-.  ¿Acaso Evo no es el principal aliado del chavismo y del ALBA al sur del continente? ¿No es el Movimiento que acusa a la Alianza del Pacífico de ser el puntal del “imperialismo”  y del “neoliberalismo” contra del “Socialismo del Siglo XXI”?

El MAS nació entre los cocaleros bolivianos, a los que representa Evo Morales. Estableció su principal fuerza en El Alto de La Paz, enorme poblado en las alturas del embudo en que se hunde la capital de Bolivia. Es el epicentro comercial de los aymaras y su ubicación facilita la comunicación con Puno y Juliaca, capital económica del Altiplano peruano y, probablemente, foco de la corrupción que se proyecta en todo el Sur del Perú.

La informalidad – o la aversión a la formalidad – no puede desligarse del macrofenómeno del contrabando que, desde hace décadas, penetra a nuestro país desde Bolivia a través de las famosas “culebras” altiplánicas, que todos conocen pero que nadie se atreve o puede detener. El valor de ese comercio ilegal – más de 5 mil millones de dólares - quintuplica el comercio peruano-boliviano. A pesar de sus características “multinacionales” – son artículos que vienen del Oriente, llegan a Iquique, siguen a La Paz y continúan al Perú por tantas rutas como las circunstancias exigen – nadie se interesa en investigarlo o reprimirlo. Y todos saben que es un componente notorio, aunque soterrado, de la relación peruano-boliviano-chilena.

Pero lo que más me interesa destacar es que el contrabando es componente principal de un sistema delictivo de comercio internacional informal en el que los aymaras tienen una importante participación. No me refiero solo a la cuota que les corresponda sino a lo que aporta como elemento crucial de la relación económica entre etnias asentadas en países vecinos que abjuran de sus respectivos Estados (salvo en Bolivia).

Este hecho explicaría tanto la renuencia boliviana a investigar el contrabando  como  la prominencia de la oferta electoral de Aduviri de suprimir los controles aduaneros de la SUNAT.  Es obvio que nada es más impopular en Puno que la lucha anticontrabando. Y la forma ideológica de disfrazarla es la pretendida autonomía aymara. Más preocupante aún:  esta bandera electoral revela el objetivo subterráneo de aunar a las etnias aymaras del Perú y Bolivia, dándoles una proyección que repugna al interés nacional.

Estos nefastos intentos en Puno confluyen con los que lidera Gregorio Santos en Cajamarca, en perjuicio de ese departamento y de todo el país.  Hablamos de regiones vecinas a Bolivia y Ecuador, dos miembros del ALBA en el norte y sur de nuestro territorio, lo que implica una connotación geopolítica que debería merecer la preocupación de la diplomacia y los servicios nacionales de inteligencia.

Por J. Eduardo Ponce Vivanco
(24 sep 2014)

J. Eduardo Ponce Vivanco
24 de septiembre del 2014

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