Martin Santivañez

Adanismo político

Adanismo político
Martin Santivañez
06 de octubre del 2014

Sobre la victoria de Luis Castañeda y la derrota de la izquierda villaranista

A Castañeda nadie tiene que indicarle como gobernar porque ha demostrado en la cancha que la alcaldía la sabe llevar y que el pragmatismo es su elemento. Tampoco es preciso recordarle que los errores de la chalina están enraizados en el odio político, ese afán absurdo de destrucción. Castañeda ha sido el sujeto del odio de la izquierda, un odio mezclado con la envidia, ya que nuestra defenestrada chalina siempre supo que sería incapaz de igualar el éxito del castañedismo e intentó menoscabar sus logros y hundirlo moralmente. La progresía no supo controlar sus pasiones y dosificar sus ataques, provocando el efecto inverso. Castañeda es alcalde por sus propios méritos y porque su Némesis fue incapaz de traducir el odio en estrategia.

Si fuera un movimiento serio, la izquierda moderna y socialdemócrata haría una autocrítica de las de antes y abandonaría el odio político, la polarización voluntarista y el discurso maniqueo. Pero nada de esto sucederá porque los “jóvenes” de la progresía son más radicales que sus mentores. Más radicales y menos preparados. Más radicales e igual de ingenuos. La utopía de la chalina se hunde por defectos de fondo y forma y la izquierda no sabrá obtener lecciones reales de su derrumbe. Ellos lo quisieron y ellos lo mantienen. Se merecen esta muestra de desprecio popular.

Pese a todo, el adanismo político continúa siendo una de nuestras taras más graves. Nunca falta el intento de construirlo todo desde los escombros de la gestión anterior. El villaranismo así lo quiso y miren lo que consiguió. Sin embargo, en otros casos, sin llegar al adanismo estéril y paralizante, es preciso regenerar la política apelando a los principios. Allí donde el adanismo es ideológico, la regeneración es principista. Así, el partido político que desarrolle una estrategia auténticamente nacional, de largo plazo, con formación de cuadros y captura de ciudades, una a una, definirá la política peruana de los próximos veinte años. Pero esta labor solo es posible cuando el partido está fundado en principios que, huyendo de la utopía, no renuncian a la realidad.

Por Martín Santiváñez Vivanco

 

Martin Santivañez
06 de octubre del 2014

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