Juan Sheput

A Palacio llega cualquiera

A Palacio llega cualquiera
Juan Sheput
24 de febrero del 2015

Reflexiones sobre el deterioro de la calidad de la clase política peruana. 

Han pasado 83 años desde que Víctor Raúl Haya de la Torre dijera, en un célebre discurso en Trujillo, que “a Palacio llega cualquiera”. Sin saber –pues no tenía cómo saberlo- que su frase iba a ser profética, se puede asegurar que uno de los dramas de nuestro Perú actual es que no sólo a Palacio llega cualquiera sino también al Congreso de la República, a su presidencia, a los ministerios y a cuanto lugar público que usted pudiera imaginar. 

Ese es en el fondo el drama de nuestro país. Se ha perdido el sentido del premio a una trayectoria, del reconocimiento a una forma de vivir o de formarse. Recuerdo cuando hace muchos años, en una de nuestras conversaciones de café, Alberto Borea me hablaba de la importancia que tiene en un político capacitarse para la acción pública y política. Ya antes, Don Manuel Moreyra, que sabía de economía porque dominaba la historia, me había dicho en una breve conversación que no se podía ser político si es que no se amaba al Perú como consecuencia de conocerlo, en su geografía, en sus gentes, en su historia. En estos días ambos consejos no importarían. Si alguien intenta articular una acción política o ejercer como corresponde una oposición, no leal al gobierno sino al país, lo atacarán o descalificarán. 

Volviendo a otra frase del mismo Haya,  si uno quiere jugar ajedrez en la política no tenga duda que le tirarán el tablero en la cabeza. Para ser político o para querer estar en la primera línea del servicio público no se requiere estar capacitado ni amar al país pues basta con tuitear cualquier tontería, total a Palacio…llega cualquiera. 

Es que nuestro sistema de prestigio está deteriorado. En el Perú de estos días la vida austera es vista como señal de ser un tonto. Se premia al “vivo”, la triquiñuela, el aprovechamiento astuto e ilícito de los recursos públicos. Si estás en problemas con la justicia pues allí tienes una postulación a la vista. Los sinvergüenzas y los personajes pintorescos o los acosados por decenas de problemas judiciales buscan en la candidatura al Congreso o a la Presidencia de la República, la tabla que los podría salvar de la cárcel. Lo más penoso de todo es que no faltará un opinólogo o un politólogo de trayectoria que, en lugar de abrirle los ojos a la gente, en actitud fiel a lo políticamente correcto, es decir a la filosofía nefasta de no querer enemistarse con nadie, convertirá en presidenciable al sinvergüenza que se presente a una lid electoral. Es constitucional dirá. Así es, no lo puedo negar, es el Perú en donde a Palacio…llega cualquiera. 

Aquí se saluda el lanzamiento de aquél que haga espectáculo sin medir las consecuencias que se puedan tener para nuestro país. No se habla del deterioro generalizado que vivimos. Los presidentes con vida política comprobada, con trayectorias académicas de primer nivel son para los vecinos, no para nuestro Perú. Es así que nos solazamos en una descomposición permanente en la cual el espectáculo y el escándalo son lo que importa y no la profundidad o la solidez. 

Cada cinco años nos planteamos el objetivo de querer renovar jefatura de Estado y representación política, buscando mejorarla. Cada cinco años entramos en franco deterioro. Con las excepciones del caso, de políticos de reconocida biografía, la caída no parece tener fin y lo más penoso de todo es que nos congraciamos de ello. 

Por Juan Sheput
24 - Feb - 2015

Juan Sheput
24 de febrero del 2015

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