Al momento de redactar estas líneas se escribe en Perú, un capítulo sumamente complejo en el que la polarización de los anti y los pro Fujimori y se ha hecho más que manifiesta, producto del indulto otorgado por el Presidente Kuczynski al Presidente Fujimori.

Hace solo unas semanas todas las proyecciones de crecimiento de la actividad económica nos otorgaba una tasa por encima del 3,5%, fundamentalmente por el buen momento del precio de los minerales que exportamos y por las proyecciones positivas de situación económica de nuestros principales demandantes, entre ellos, China.

El ruido político de estos últimos días ha inundado el ambiente de un espíritu negativo que pone en duda si lograremos esa meta, hecho que se ratifica por algunos economistas que al observar las cifras de generación de empleo adecuado y el avance aún lento de las obras de recuperación de los afectados por el Fenómeno del Niño, ven con preocupación la ralentización de la economía y empiezan a reducir las proyecciones de evolución del PBI para el 2018.

No obstante, otro grupo de economistas considera que en el Perú, ya estamos acostumbrados a vivir en permanente zozobra política y que por ende, esta inestabilidad no debería afectar nuestras decisiones de inversión.

Quiero reflexionar sobre la enorme responsabilidad que hoy enfrentan las instituciones, del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, de garantizar el respeto al orden jurídico, al debido proceso y a los compromisos internacionales pactados.

El arte de hacer política pública es ahora un reto pues el Ejecutivo debe dar las señales claras al inversionista nacional y extranjero, de que cuenta con la gobernanza necesaria para garantizar el respeto a las reglas de juego en materia contractual y que no caerá de ninguna manera, en decisiones demagógicas para aumentar puntos de popularidad.

Se trata de construir una hoja de ruta que incluya las reformas de carácter estructural que el país necesita, en materia educativa, de salud y de infraestructura para que los ciudadanos, al final de este gobierno cuenten con mejores oportunidades en un entorno económico mucho más competitivo y eficiente.

Nuestro país tiene enormes fortalezas macroeconómicas y requiere ahora, un conjunto de profesionales y políticos dispuestos a construir los cimientos de una infraestructura institucional y jurídica de primer mundo, a pesar de los avatares diarios de la discusión política.

Se trata asimismo de construir una ciudadanía que sea totalmente consciente de nuestra historia, de lo que significó la reforma agraria, las invasiones, el terrorismo, la hiper inflación, el gobierno de transición de Valentin Paniagua; en suma, de todo aquello que nos hace peruanos.

Podemos discrepar en muchos temas, pero para todos está claro que la prioridad es reducir la pobreza extrema, la morbilidad infantil, la anemia, la violencia contra la mujer y el dominio extremo de la corrupción y el narcotráfico.

Hoy nos toca unirnos en una cruzada para que luchemos y derrotemos la corrupción; y alcancemos una sociedad de iguales y eso pasa necesariamente por dar las señales bien claras de que sí somos capaces de respetar las reglas de juego para que los inversionistas nacionales y extranjeros miren nuestro país y empiecen a invertir de manera sistémica y sostenible.

Ser peruano hoy en día supone pensar en aquel hermano que hoy está sin comer y sin un sol para llevar un pan a la boca de su familia. Ese debe ser nuestro motor en una sociedad que realmente prioriza el bienestar de todos sus habitantes. Tenemos que crecer y eso supone que el PBI debe aumentar más del 4% al año, para reducir la pobreza extrema en los próximos 20 años. No nos olvidemos de nuestro compromiso con aquellos que nos necesitan hoy y para los cuales no habrá futuro, sino empezamos a darles un presente.