Jorge Valenzuela

31 rupturas con lo cotidiano

31 rupturas con lo cotidiano
Jorge Valenzuela
09 de septiembre del 2015

Sobre el reciente libro de Carlos Schwalb Tola

Con tres libros de cuentos publicados, Dobleces (2001),  El sentido de los límites (2006) y Están quemando el silencio (2011); uno de crítica sobre la novela total y dos de los más importantes premios literarios de narrativa en su haber (el Copé y el de Las Mil Palabras), Carlos Schwalb es, al momento, uno de los más reconocidos escritores peruanos de la generación de los 80.

Su último libro, 31 rupturas de lo cotidiano, (Lapix editores y Biblioteca Abraham Valdelomar), confirma su calidad narrativa en varios sentidos, siendo el principal aquel que lo relaciona con esa amplitud de miras frente a la realidad que, en este caso, vincula su práctica literaria con otros campos del saber. ¿Qué son, pues, esas rupturas con lo cotidiano? ¿Son breves ensayos literarios, reflexiones filosóficas, anotaciones de un escritor, o simplemente prosas artísticas? En realidad son una mezcla compleja de todos esos formatos, pero aquello que los articula es que portan una mirada crítica que busca desmontar lo cotidiano para ingresar en los intersticios de lo obvio, mostrando el lado absurdo, inédito o  sorprendente de lo que nos rodea.

Si bien Schwalb fija su atención en los objetos más cercanos a nosotros (relojes, techos, patios, maderas, muebles) ese es solo el principio. Lo que viene a continuación es un atento seguimiento descriptivo al objeto, espacio o presencia (el comienzo de la ruptura) con el propósito de que el lector pueda entender cómo, sin advertirlo, aquellos elementos pueden revelar un aspecto inédito con esa nueva mirada y terminar influyendo en nuestras vidas al punto de conducirlas por el sinsentido. O cómo objetos o espacios cuya ausencia es clamorosa deberían ser presencias más permanentes al punto que podrían ayudarnos a descongestionar nuestro mundo, saturado, como dice Schwalb, de signos por doquier (ver, por ejemplo, “Desiertos”).

Al final, tenemos la sensación de haber visto por primera vez el objeto descrito o el espacio referido. Este ver o valorar un objeto por primera vez y este proceder crítico, son estrategias centrales en la aproximación del autor a la realidad que no apela a los mecanismos de lo real maravilloso ni mágico o fantástico sino al razonamiento, que utiliza, además, los recursos propios de la libre imaginación para configurarse.

En este punto, cualquiera podría decir que estamos frente a textos no ficcionales, pero esa sería una imprecisión. Schawlb logra que el vuelo de la  fantasía conviva con una prosa argumentativa y un conjunto de referencias cultas que le sirven de apoyo, propios del ensayo, volviendo, de esta forma, a los más acendrados orígenes de este género.

Un aspecto que hay que destacar de la prosa de Schwalb es su carácter plástico, la preocupación por dotar al lector de los elementos necesarios para aprehender el elemento descrito de manera poética (ver “Àrboles”). De esta forma se explotan las formas, los volúmenes, las superficies o las texturas de todo aquello que, en algunos casos, es referido apelando a los recursos de la personificación.

Finalmente destaquemos, de un lado, la calidad pareja de los textos. En ninguno de los treintaiún ensayos se abandona el exigente nivel trazado por el autor. De otro, el hecho de que con este libro Schwalb contribuye notablemente a esa aún delgada tradición del ensayo literario en el Perú.

Por: Jorge Valenzuela

Jorge Valenzuela
09 de septiembre del 2015

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