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¿Y el frente fujimorista?

¿Y el frente fujimorista?
Víctor Andrés Ponce
15 de octubre del 2014

Respira la política después de un quinquenio asfixiada por la confrontación humalista

La democracia y el mercado han venido representando fuerzas de integración social en el país. Allí está la persistencia de las instituciones pese a la desaprobación ciudadana y la libertad económica del último cuarto de siglo que ha reducido la pobreza como nunca antes. Sin embargo la ausencia de partidos políticos ha fomentando la desintegración, la balcanización, tal como lo expresan las recientes elecciones subnacionales.

El anuncio de Alan García acerca de que postulará a un tercer mandato solo si es candidato de un frente o de una coalición nacional instala una novedad en la política: la convergencia en el espacio público hacia el 2016. Sin embargo, la iniciativa alanista plantea un desafío para los posibles protagonistas de las elecciones nacionales. ¿El fujimorismo se encerrará entre sus cuatro paredes ante el giro alanista? ¿Cuál será la reacción de PPK o de Alianza para el Progreso? ¿El toledismo, el nacionalismo y el villaranismo, finalmente, organizarán una coalición?

El solo hecho de formular estas interrogantes revela un punto de inflexión del envilecimiento de la política que desarrolló la administración nacionalista con la soberbia, la ausencia de diálogo, y la judicialización de los opositores. De una u otra manera, el posible regreso del frentismo o de las convergencias en la política es como subir desde el sótano hasta la superficie del espacio público. Sintomáticamente, cuando parece archivarse definitivamente la reelección conyugal luego de los enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo, y cuando Luis Castañeda acaba de arrasar en Lima, la política parece regresar. Ojalá.

Pero la principal fuerza que debería recoger el guante ante la estrategia alanista debería ser, inevitablemente, el fujimorismo. La candidatura de Keiko Fujimori tiene quizá que lidiar con la densidad del mismo antifujimorismo que  le permitió a Toledo y Humala ganar las elecciones. Un nuevo fujimorismo para difuminar la potencia de los anti no solo tendría que caminar al filo de los abismos mediante un distanciamiento del fujimorismo duro, tradicional (que podría debilitar su propia base social), sino que también debería sellar alianzas y acuerdos con otros eventuales actores del 2016.

Es en el terreno de las convergencias donde el fujimorismo parece tener menos posibilidades que el aprismo. Acuerdos con el PPC o Solidaridad Nacional parecen un poco lejanos para el partido naranja. En los casos de Alianza para el Progreso y el movimiento de PPK, los acuerdos, al parecer, pasarían por subordinarse a las candidaturas presidenciales de sus respectivos candidatos.

Sin embargo la balcanización de la representación política expresada en las pasadas elecciones regionales, paradójicamente, ofrece un amplio abanico de posibles convergencias y alianzas que podrían enriquecer la actividad pública en general. El nuevo fujimorismo ya demostró que puede jugar esas áreas convocando, por ejemplo, a Fernando Cilloniz, un técnico y experto agrario de lujo, que le agrega modernidad al movimiento naranja. A lo mejor se desata una interesante disputa entre el alanismo y el fujimorismo por reclutar a las mejores expresiones de los movimientos que acaban de asomar en las elecciones subnacionales.

A estas alturas ya nadie puede negar que las elecciones regionales y, particularmente, los resultados en Lima, nos permiten observar con claridad los cronogramas y estrategias hacia el 2016. Al margen de las voluntades, Alan y Keiko parecen contemplarse sabedores que son los principales protagonistas de esta campaña que recién empieza. Y lo gratificante es que la política parece regresar con el frentismo que acaba de proponer el alanismo. En todo caso, el país espera la siguiente jugada de esta fina partida que parece insinuarse. Keiko tiene la palabra.

 

Por Víctor Andrés Ponce
(15 - oct - 2014)

Víctor Andrés Ponce
15 de octubre del 2014

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