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Sendero: ¿hasta dónde bajamos la guardia?

Sendero: ¿hasta dónde bajamos la guardia?
Víctor Andrés Ponce
04 de septiembre del 2017

Sobre los reportajes a Maritza Garrido Lecca

El hecho de que la revista Somos de El Comercio le dedicara la portada y 18 páginas de su última edición a la terrorista Maritza Garrido Lecca, simplemente, me dejó helado. ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad para que comencemos a bajar la guardia de esa manera? Se puede argüir que las notas y las fotos eran inéditas e irresistibles para el cazador de primicias, pero la especie de implícito glamour con que se trata a la mencionada terrorista nos revela que los periodistas olvidaron algo de la historia del país y de las potenciales amenazas a la democracia.

No vamos a repetir los estribillos erráticos del ministro del Interior Carlos Basombrío, quien intentaba explicar la huelga magisterial solo por el maoísmo del Movadef, pero es evidente que la amenaza violentista en el Perú es una posibilidad. Algunos señalan que nuestra condición de sociedad de ingresos medios y la expansión de las clases medias, de una u otra manera, nos inmuniza contra de cualquier aventura de este tipo.

Si bien no se puede descartar que en el Movadef existan sueños de reeditar la guerra popular, lo más probable es que esta organización, al “haber priorizado el trabajo de masas”, termine desarrollando una estrategia a la boliviana. Es decir, radicalizar las plataformas y las estrategias de los sindicatos y organizaciones sociales con el objeto de deslegitimar a las instituciones de la democracia (Ejecutivo, Legislativo, Fiscalía y el Poder Judicial) y trasladar el poder a las calles y a las turbas. Cuando eso sucede, generalmente, la crisis de gobernabilidad, como se dice, está a tiro de cañón.

El maoísmo senderista para avanzar en su estrategia requiere desarrollar “la pesca comunista” en los jóvenes desencantados de la democracia y de las élites políticas. Ese objetivo no es posible sin la organización de un relato en el que los terroristas muertos se conviertan en “héroes de los pobres y excluidos”, y en el que los sobrevivientes de la guerra se tornan en especie de dioses vivientes. El culto a la personalidad comunista, desarrollado por Mao y Stalin, tenía todos estos ingredientes. Se cambiaba a discreción la trayectoria de los muertos y también de los vivos. Un desalmado terrorista que le volaba los sesos a una desesperada campesina puede convertirse en nuevo Robin Hood. Bueno, por momentos los reportajes de Somos nos dejan esa impresión. Garrido Lecca se vuelve fascinante.

Para los periodistas, políticos e intelectuales, que suelen olvidar estos hechos tan densos de nuestra reciente historia, quizá vale recordar que el baño de sangre que el senderismo desató en los ochenta en el Perú no se puede explicar por la pobreza y la miseria de esa época. Finalmente, Haití y Bolivia estaban en igual o peor situación que el Perú, y en esas sociedades nunca se desató uno de los movimientos terroristas más letales del planeta.

La única explicación de la vesania terrorista que padeció el país proviene de la ideología, de los relatos que logró organizar el Comité Central senderista y de la voluntad de hierro que demostró al desarrollar la estrategia y la táctica maoísta. Para evitar situaciones de ese tipo, de ninguna manera debemos bajar la guardia ideológica.

Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
04 de septiembre del 2017

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