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¿Se inicia la transición política?

¿Se inicia la transición política?
Víctor Andrés Ponce
13 de junio del 2016

El Perú demanda cumbre PPK - Keiko Fujimori

Escuchar las invocaciones del patriarca Luis Bedoya Reyes y del ex presidente Alan García, luego de visitar al presidente electo, acerca de la necesidad de que PPK y Keiko Fujimori se reúnan para abordar los asuntos de la gobernabilidad, de una u otra forma, nos revela los movimientos tectónicos que se han producido en la política peruana luego de las elecciones del 2016.

Por esas paradojas y caprichos que teje la historia, quizá el hecho de que el fujimorismo no haya ganado la elección signifique el final del antifujimorismo y el inicio de una transición política en la que, de una vez por todas, superaremos el envilecimiento de la política que causa la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, desde el desplome del fujimorato.

Al margen de adhesiones y rechazos, cuando Bedoya Reyes y García convocan al diálogo y los acuerdos —dos de los hombres más duchos de la política—, ambos están señalando que la política, la democracia, la gobernabilidad y el desarrollo son imposibles de imaginar al margen de acuerdos con el fujimorismo. Ante semejantes pronunciamientos, Keiko Fujimori tiene la obligación de leer correctamente los acontecimientos y utilizar el momento histórico que parece depararle la democracia al fujimorismo.

Antes, al César lo que es del César. Si el antifujimorismo hubiese perdido la elección por 40,000 votos habríamos observado marchas, revueltas, e intentos de desborde de la constitucionalidad. No nos cabe la menor duda, e incluso los propios medios que hoy apuestan por las convergencias habrían chillado como lo hicieron cuando la victoria les parecía lejana. Sin embargo el fujimorismo se mantuvo impertérrito, respetuoso de los cronogramas y pronunciamientos de la autoridad electoral.

En Estados Unidos, George Bush y Al Gore se trenzaron en recursos ante las cortes Suprema y Estatal por el cómputo de los votos del estado de Florida, que definió la elección estadounidense de manera ajustada a favor de Bush. En México, Andrés López Obrador desarrolló una virtual insurgencia por haber perdido la elección por el 0.56% de los votos ante Felipe Calderón. El Perú entonces ha sido un ejemplo de tolerancia y democracia, y los corresponsales extranjeros se quedaron boquiabiertos ante la conducta del fujimorismo. Frases como “sangre en el ojo” o “respirar por la herida”, empleadas contra el movimiento naranja, solo demuestran la poca grandeza de los adversarios del fujimorismo.

Si el fujimorismo procesa con rapidez la derrota y se produce la cumbre entre el presidente electo y la lideresa de la oposición, quizá no asistamos al inicio de un “cogobierno” como algunos pretenden; pero definitivamente estaríamos contemplando el inicio de un gobierno que se propone superar definitivamente el emponzoñamiento de la política que produce la polarización fujimorismo versus antifujimorismo.

Cualquier acuerdo que nazca de esa cumbre, de ese puente establecido, tendría que significar concesiones inimaginables para el actual momento de la política. En todo caso, la buena política —antes que el focus o la estadística— siempre ha tenido más que ver con el arte y las audacias. Y es indudable que ahora PPK tiene la sartén por el mango, porque en el régimen semipresidencial de nuestra democracia, el jefe de Estado concentra la iniciativa política institucional. No obstante que el gringo de los Andes ha conocido de las mejores tradiciones del belaundismo, debería escuchar con extremada atención las sugerencias de Bedoya Reyes y de García.

Una cosa sí es absolutamente cierta. Para iniciar una real transición se necesita romper huevos, y algo así significa comprender que la convergencia y la transición no son posibles con los extremismos del antifujimorismo de izquierda y de derecha. En cualquier apuesta, de todas maneras, hay sectores que se autoexcluirán. En todo caso, lo que sí parece seguro es que el cuarto gobierno democrático sí cancelará la judicialización y bajará la intensa polarización de la política que emprendió el nacionalismo. Además, no se puede hacer otra cosa, a menos que prime la locura.

Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
13 de junio del 2016

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