Postulantes a Rasputín

Cortesanos y consejeros oficiosos en Palacio

La imagen de una cumbre entre PPK y Keiko Fujimori, convocada por el Cardenal Cipriani, es el mejor desmentido a la tesis delirante acerca de que la mayoría legislativa fujimorista estaría apostando por la vacancia presidencial para adelantar las elecciones. Sin embargo, ¿cómo ha sido posible que el jefe de Estado haya escuchado a los nuevos rasputines de bolsillo?

Es evidente que la trayectoria tecnocrática y la falta de experiencia política deben haber pesado demasiado en el jefe de Estado. También la falta de un partido político detrás del gobierno, ausencia que se convierte en la puerta de entrada para el aventurero de la política. No obstante, en estos entuertos, la responsabilidad de Fuerza Popular y de Keiko Fujimori comienza a agrandarse en la medida que el calendario avanza y no se organiza un sistema de gobernabilidad. El silencio y el enclaustramiento de Keiko también empiezan a abonar para que los candidatos a montesinitos comiencen a ser escuchados.

En otras palabras, la falta de un acuerdo de gobernabilidad entre el Ejecutivo y el Legislativo en medio de una creciente impaciencia de la población, el despliegue de una estrategia del radicalismo antiminero (que pretende paralizar a las minas del sur del Perú) y el incesante desborde de la criminalidad en las ciudades pueden llevar a imaginar un escenario apocalíptico para el Ejecutivo, en donde la idea de una conspiración por la vacancia presidencial es un aderezo verosímil. Con el relato del postulante a Rasputín, una interpelación o una censura ministerial es parte del Apocalipsis.

Bueno, el Rasputín de bolsillo desaparece de un plumazo con la política democrática. En la cumbre PPK-Keiko de esta semana se debe restablecer la confianza perdida y empezar a organizar la gobernabilidad, y todos los extremos se evaporarán. Porque el problema es que el montesinitos antifujimorista, tarde o temprano, también creará al extremista naranja que considerará que la democracia pasa por los intereses del partido y que un adelanto de los cronogramas es favorable. La falta de acuerdo siempre engordará a los extremos.

Pero para evitar que los radicalismos terminen ahogando a la democracia también se requiere superar esta especie de lenguaje antifujimorista que parece la versión de un nuevo senderismo, en el que el adversario debe ser excluido porque no tiene mérito alguno. Directores de medios, abogados que se auto proclaman hayekianos y economistas que presumen de su “buena educación”, han caído en una fácil demonización del otro, en una abierta renuncia a comprender al adversario.

Esta nueva versión del veto político —que padeció el Apra en el siglo XX— es extremadamente peligroso para la democracia porque, tarde o temprano, desatará la respuesta contraria. Los calificativos de “ignorante” o “matones” ya empiezan a tener un evidente contenido clasista que, inevitablemente, desatará una reacción. El haber pretendido, por ejemplo, vincular a Delia Muñoz o Mar Mounier con “los sicosociales de pishtacos” es parte de este alejamiento de la cordura.

¿A qué vamos? El Rasputín generalmente surge cuando la política prioriza las leyes de la guerra en vez de la cooperación y el pacto; cuando la falta de gobernabilidad e institucionalidad en uno de los actores —en este caso la administración PPK— posibilita que la aventura aparezca verosímil. Pero sobre todo cuando hay un lenguaje de estilo senderista que lo alimenta. Quienes le tenemos más miedo a las ideas que al poder, el dinero o los tanques, respetamos en demasía esa frase bíblica que dice “que primero fue el Verbo”. Y, en efecto, las democracias se han bloqueado y los ríos se han llenado de sangre cuando un discurso de la élite no percibía que ya formaban parte del arsenal autoritario. A reflexionar, por favor.

Por Víctor Andrés Ponce