Pepekausismo versus nacionalismo

La necesidad de denunciar el desastre nacionalista

Al gobierno se le acaba la luna de miel demasiado rápido. El idilio del que suelen gozar las administraciones entrantes con la población parece que será demasiado efímero. ¿Por qué la administración PPK se está acercando a una pendiente? Es evidente que los propios errores oficialistas explican en gran parte el fenómeno. El jefe de Estado parece ser un mandatario demasiado inclinado a delegarlo todo y, de una u otra manera, cada ministro ha convertido a su ministerio en un señorío que actúa por cuenta propia. La cosa se nota a leguas. Cuando se publiquen los decretos legislativos las costuras se notarán a primer golpe de vista. Ojalá nos equivoquemos.

Otra de las razones principales de que la administración PPK se encamina a concluir su luna de miel es la tímida denuncia que formuló sobre cómo el nacionalismo dejó al país. No solo se trata de un déficit acumulado de 3.4% del PBI —según el BCR—, que sin el ajuste actual del gobierno pudo acercarse a los 4 puntos, de la caída de la recaudación y de otras noticias negras de la macroeconomía, sino de un deterioro general de la función pública que se nota apenas uno visita una comisaría, una posta médica o asiste a un colegio.

La herencia es tan sombría que, tarde o temprano, muchos funcionarios nacionalistas que todavía permanecen en el Estado desatarán escándalos que golpearán el mentón gubernamental. El no haber denunciado ante el país el pasivo nacionalista, en primer lugar, no ha permitido hacer pedagogía para que las impaciencias y demandas se tramiten con más tolerancia. Y, en segundo lugar, ha evitado que el Gabinete y la nueva administración asuman una actitud de guerra frente a la evidente emergencia nacional.

El mejor ejemplo es el caso de Las Bambas: el nacionalismo, simplemente, borró al Estado de la zona minera y se volvió a desatar el conflicto. Si el pepekausismo hubiera entendido la urgencia al día siguiente de asumir el poder habría viajado al área en conflicto.

En el análisis de la coyuntura el sentido de denunciar el desastre nacionalista solo tiene ese objetivo. Es decir, es una columna importante de la gobernabilidad, al menos, para los dos primeros años de la administración PPK.

Sin embargo cuando el Gobierno comienza a poner los puntos sobre las íes —a veces cometiendo yerros, como en el caso de los patrulleros— sobre la marcha reaparece Nadine Heredia y el ex titular de Economía Alonso Segura intentando convertirse en interlocutores. El gobierno ni siquiera debería distraerse en contestar temas en los que la población está de su lado: todos los sectores sociales tienen una valorización clara de la herencia nacionalista. La administración nacional debería seguir presentando documentos, cifras y data para demostrar cómo se deterioró el Estado en los últimos cinco años.

Lo que sí llama la atención es la reacción de algunos sectores que pretenden señalar que esa denuncia del estado de cosas encontrado empuja a una confrontación entre el gobierno entrante y el saliente. Además, se llega a señalar la polarización entre el nadinismo y el alanismo, que desgastó a ambos protagonistas, como un mal ejemplo a seguir. Semejante argumento solo expresa el mayor temor del antifujimorista: que el espacio público supere las polarizaciones artificiales entre Ejecutivo y Legislativo. Nada más.

Es imposible imaginar a la administración PPK intentando judicializar al rival, como lo hizo el nadinismo desde la cúspide del poder. La denuncia del desastre nacionalista solo es una pieza más de la gobernabilidad que el nuevo Ejecutivo debe construir. Cultiva la tolerancia en la población y le permite al Gobierno seguir extendiendo puentes hacia el Congreso.

Víctor Andrés Ponce