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Ollanta y Cateriano

Ollanta y Cateriano
Víctor Andrés Ponce
28 de septiembre del 2015

Gabinete adquiere peso frente al derrumbe presidencial

El Ejecutivo ha observado el proyecto de ley que establecía que Petroperú debía encargarse de la administración del Lote 192 (el más grande del país) y, de una u otra manera, el oficialismo envía una señal irrefutable: de los asuntos de la gobernabilidad se encarga el Gabinete y la voz cantante la lleva el Presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano. Ni la jalada de alfombra de la bancada nacionalista al Gabinete alrededor del tema petrolero, ni el declarado amor del Presidente Humala a las empresas estatales, evitaron la observación.

En otras palabras, al interior del oficialismo las cosas deben estar tan desordenadas por las denuncias contra la Primera Dama, Nadine Heredia, que, a estas alturas, Cateriano y su Gabinete, deben ser los únicos maderos al cual aferrarse para evitar el naufragio. Y está bien que los hechos se presenten así habida cuenta la historia de aventuras y amagues de la mal llamada pareja presidencial en estos últimos cuatro años, que han deteriorado la institucionalidad a niveles impensados y que explican en gran parte la desaceleración de la economía.

Los astros deben alinearse de forma tan diferente que la semana pasada, en acto sin precedentes, el propio Humala salió a respaldar al PCM en las convocatorias y diálogos con la oposición. Si consideramos que la pareja presidencial se dedicó a dinamitar todos los intentos conciliadores de los ministros, a veces de forma tan burda que se desencadenaron caídas de Consejo de Ministros y colisiones entre el Ejecutivo y el Legislativo, entonces, hay cambios evidentes en la tienda oficialista.

De alguna manera, pues, el peso de la balanza se inclina hacia el Gabinete en medio de la virtual caída libre de la popularidad de Ollanta y Nadine como consecuencia directa del destape periodístico de las supuestas agendas palaciegas.

Y de algún modo también la democracia parece haber sido interiorizada en gran parte de sus actores. En el siglo pasado los acuerdos entre archirrivales se hacían entre los jefes de los ejecutivos y los legislativos. En el gobierno nacionalista, la cabeza del Ejecutivo quizá nunca acepte la pertinencia de los diálogos y posibles acuerdos con la oposición, pero ya no puede evitarlos. A pesar de todos los derrumbes institucionales, la sociedad abierta parece subordinar cualquier forma de autoritarismo y aventura.

¿Ha terminado entonces el gobierno de la polarización y del permanente intento de judicializar a los rivales? De ninguna manera. Ollanta, por ejemplo, sigue usando influencias para favorecer a los miembros de su promoción en el Ejército y a los de su hermano Antauro. El hombre cree que asegurando el control militar de los ascensos, se construye una retaguardia luego del relevo del gobierno nacionalista. La idea de la aventura siempre acompañará a la pareja presidencial. Y es que antes que hijos de la política son vástagos legítimos de la aventura.

De allí la imperiosa necesidad de que el Gabinete y la oposición continúen hilando fino para que el país recupere niveles aceptables de gobernabilidad y enfrente la transición electoral hacia el cuarto gobierno democrático sin interrupciones constitucionales.

Por Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
28 de septiembre del 2015

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