Nuevo aire para el Gabinete Zavala

El juego en el que ganan pepekausas y fujimoristas

Los 112 decretos legislativos promulgados por la administración PPK representan una enorme oportunidad para organizar un sistema de relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo que perdure hasta julio del 2021, porque la democracia peruana, tal como ha sido concebida constitucionalmente, solo puede funcionar con relaciones fluidas entre ambos poderes del Estado.

Sin embargo también puede representar un nuevo aire para el Gabinete. Particularmente, para el Presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, quien, de una vez por todas, debería recordar su larga experiencia en el Estado, sus relaciones con las fuerzas políticas, y entender que la administración PPK debe abandonar cualquier posible guiño al radicalismo antifujimorista; como los que se han producido incluso luego de la cumbre entre PPK y Keiko Fujimori.

En el proceso de revisión de los decretos legislativos por el Legislativo, una vez más, se van a presentar escenarios de tensión y colaboración. Los extremismos a ambos lados de la mesa echarán combustible y fuego para que las fricciones naturales entre las dos ramas del Estado se conviertan en verdaderos choques de poderes. Y quizá hasta algunos vuelvan a delirar hablando de cuestiones de confianza, de disoluciones del Legislativo y de estrategias conspirativas para vacar al jefe de Estado.

El procedimiento del control político del Congreso debería, entonces, enterrar a los extremismos e inaugurar una política de colaboración y oposición. Y es evidente que algunos decretos serán derogados para dejar en claro que existe una mayoría y una oposición en el Legislativo. Sin embargo, es casi seguro que el Legislativo ratificará la mayoría de decretos, sobre todo porque representan el impulso desregulador más impresionante desde las reformas económicas y sociales de los noventa.

Si las cosas son así todos ganarán. El Gabinete Zavala tornará a empoderarse, tal como sucedió luego de la votación casi unánime a favor de la confianza ministerial, y el movimiento naranja seguirá acumulando puntos para ir disolviendo el antifujimorismo de cara a las elecciones del 2021.

Quizá una de las claves para que esta dialéctica funcione pasa por que el fujimorismo comience a entender que la índole de oposición es clave para desarrollar una estrategia victoriosa hacia el 2021, pero absolutamente insuficiente. Si el movimiento naranja solo anota puntos en la oposición, empezará a diluir sus posibilidades. ¿De qué estamos hablando? 

El electorado debería percibir una oposición vigorosa, pero también una fuerza de gobierno o quizá una clara alternativa para el gobierno. En otras palabras, el fujimorismo no solo debe apostar por la gobernabilidad y la oposición al mismo tiempo, sino que debe plantear una clara agenda de reformas constitucionales en el Congreso que transmitan la idea de que el movimiento naranja también tiene claras responsabilidades en la República, tal como se estableció en las elecciones nacionales pasadas.

Todo el siglo XX nos la pasamos escribiendo sobre las fatalidades de los ejecutivos sin mayoría legislativa. Allí están las interrupciones constitucionales como hechos irrefutables. De pronto, una de las administraciones más débiles de las últimas décadas, porque representa a la tercera bancada legislativa, encuentra una manera de cohabitar con una mayoría legislativa que no renuncia a su clara condición de oposición. Gana el pepekausismo porque la gobernabilidad lo puede acercar al éxito, gana el fujimorismo porque empezaría a emerger con nitidez el nuevo fujimorismo que construye la República y ganaría la democracia que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones.

Por Víctor Andrés Ponce