LA COLUMNA DEL DIRECTOR >

Notas sobre el fujimorismo

Notas sobre el fujimorismo
Víctor Andrés Ponce
15 de agosto del 2016

Sobre una disyuntiva del movimiento naranja

Martín Tanaka es uno de los pocos sociólogos que no se enceguece por las pasiones y siempre pone a la sociología por delante. De allí su interés en el fujimorismo, uno de los fenómenos políticos más relevantes de las últimas décadas. Sin embargo en “El fujimorismo al garete”, artículo publicado en La República, repite algunos lugares comunes para intentar explicar la derrota del fujimorismo. Señala, por ejemplo, que faltó continuar con la voluntad de aggionarse de Keiko, expresada en Harvard.

Sin embargo, a nuestro entender, el gran problema del fujimorismo es que no ha logrado construir un relato alternativo sobre la historia de los últimos 25 años. Los peruanos de buena voluntad sabemos que “los desfalcos de US$ 6,000 millones a las privatizaciones”, “el asesinato de Pedro Huillca por paramilitares” y “las llamadas esterilizaciones forzadas” son imágenes falsas, construidas por el relato de izquierda para demonizar al fujimorismo.

Un relato alternativo del movimiento naranja debe partir de reconocer los errores en violación de DD.HH. y corrupción en los noventa, sin ambages. Y enseguida señalar que la consolidación de la República que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones y la reducción de pobreza a solo un quinto de la población, no se pueden explicar sin la Carta Política de 1993, las reformas económicas de los noventa y la oposición naranja en los últimos quince años de democracia. Aggionarse en función del relato izquierdista es entrar un callejón oscuro donde solo resta perder. A la conjetura izquierdista habría que oponer la conjetura fujimorista —intentando parafrasear a Popper— para aproximarnos a la verdad. Y sin el fujimorismo es difícil explicar el Perú actual, ¿o no?

El otro gran problema del fujimorismo es que no puede pretender construir una fuerza histórica con los mismos métodos y estilos de organización con los que actuó tradicionalmente. Por ejemplo, durante la campaña Keiko se rodeó de un grupo de leales de su absoluta confianza. Cuando reventó el affaire Ramírez, se debió hacer lo que cualquier escuela política señalaba: el problema había que cortarlo de raíz y al término de la distancia. Sin embargo el entorno —quizá muy ligado a Ramírez— estableció una estrategia en cámara lenta que, finalmente, terminó afectando las posibilidades de Keiko en la última semana antes de la elección.

Ahora bien, planteemos una hipótesis: ¿qué hubiese sucedido si en el fujimorismo hubiese existido un estado mayor, en el que también también participara la vieja guardia? Es evidente que los años de experiencia política habrían evitado semejante yerro descomunal. ¿A qué viene todo esto? Junto a la necesidad de establecer una dialéctica correcta de gobernabilidad y oposición, de una buena gestión en el Congreso, el gran problema del fujimorismo, y de Keiko Fujimori, es la construcción de un movimiento histórico que se distancie de la imagen de una dinastía. Es decir, el movimiento naranja necesita de una ideología, de un programa y de métodos de organización —combinados con la sociedad de redes digitales—, al igual que cualquier cualquier partido histórico.

Pero semejante proyecto nunca existirá con un entorno de leales. Algo así pudo funcionar en los noventa y en la primera etapa del fujimorismo democrático, pero de ninguna manera luego de quince años de democracia. Y aunque parezca mentira, la vieja guardia tiene enorme predicamento y posibilidades para avanzar en función de esos objetivos. En otras palabras, Keiko tendría que delegar poder en un estado mayor que se lance a organizar una fuerza histórica a lo largo y ancho del país, para culminar en un gran evento nacional que elija su primera dirección nacional.

¿Imposible con la tradición fujimorista? Puede ser. Pero los líderes históricos tienen la versatilidad para mantener y romper tradiciones. De lo contrario, podría cumplirse la profecía de Mario Vargas Llosa, quien señala que el futuro del fujimorismo será parecido al del odriismo. En todo caso, la disyuntiva del movimiento naranja es convertirse un partido histórico como el Partido Popular español, o entrar a un camino peligroso en el que puede perder vigencia.

Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
15 de agosto del 2016

NOTICIAS RELACIONADAS >

El regreso de Alberto Fujimori a la política

Columna del Director

El regreso de Alberto Fujimori a la política

Un dato inevitable de la coyuntura es que Alberto Fujimori ha regresad...

12 de abril
El 5 de abril y el regreso de Alberto Fujimori

Columna del Director

El 5 de abril y el regreso de Alberto Fujimori

Luego de tres décadas el 5 de abril de 1992, la fecha del autog...

05 de abril
La parlamentarización del sistema político

Columna del Director

La parlamentarización del sistema político

Luego del escándalo de los relojes Rolex es incuestionable que ...

03 de abril

COMENTARIOS