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¡No te metas en la cumbre, por favor!

¡No te metas en la cumbre, por favor!
Víctor Andrés Ponce
21 de junio del 2017

Prudencia para evitar fracaso de urgente reunión

La manera cómo se hace una cumbre entre los dos líderes políticos ungidos por el voto ciudadano en los últimos comicios nacionales —es decir, entre PPK y Keiko Fujimori— no es asunto que está escrito en un manual ni tiene tradiciones específicas que respetar. Incluso se podría decir que cada cumbre tiene sus propias maneras. Lo que sí es una regla es que las formas y los procedimientos deben discutirse entre los plenipotenciarios designados por los líderes al respecto.

De allí que expresiones como las de Mercedes Aráoz señalando que la cumbre debe realizarse en Palacio son verdaderos misiles en contra de la posibilidad de que se desarrolle la mencionada cita. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la cumbre entre PPK y Keiko Fujimori solo puede realizarse si es que existe el reconocimiento de que ambos son los principales líderes del actual momento democrático. En otras palabras, los dos políticos disputaron la pasada segunda vuelta electoral y fueron ungidos como jefes políticos por el mandato popular. Si PPK invocara su condición de jefe de Estado, la organización de la cumbre sería imposible, porque el presidente de la República es el primer magistrado de la Nación y representa a todos los peruanos.

Otro de los factores que nos lleva a sostener que cada cumbre tiene sus maneras es, por ejemplo, la escasa institucionalidad de Peruanos por el Kambio, y también las limitaciones organizativas de Fuerza Popular. En el caso del oficialismo no existe una fuerza partidaria ni el líder político con la suficiente legitimidad para representar a un partido que solo es un intento. De otro lado, Fernando Zavala como jefe de Gabinete ha acumulado tal cantidad de errores —sobre todo la alianza con el extremismo antifujimorista— que no parece viable como posible plenipotenciario.

En el caso del fujimorismo, las cosas aparecen tan centralizadas en el liderazgo de Keiko Fujimori que es imposible pensar en una comisión política asumiendo el reto de armar una cumbre tan necesaria para el país. Si se tratara de las cumbres del siglo pasado entre el aprismo y pradismo, y entre el aprismo y el odriismo, quizá sería posible imaginar la tensión de organizaciones partidarias alrededor de un evento de esta magnitud.

Los plenipotenciarios de ambos líderes, entonces, deberían acordar la agenda, los procedimientos y el momento en que las cosas deben hacerse públicas. Las cosas son así, sobre todo porque en un país en el que no existen personalidades con alta legitimidad —el cuestionamiento, por ejemplo, de los ex jefes de Estado democráticos— las bisagras entre dos sectores polarizados son casi inexistentes.

Uno de los últimos daños que le hizo el extremismo antifujimorista a la democracia peruana es haber intentado bloquear el papel de la Iglesia en los acercamientos. En este contexto, el propio cardenal Juan Luis Cipriani ha reconocido que “el diálogo entre PPK y Keiko ha fracasado”. Si las cosas son así, entonces, resulta inevitable que PPK sea el encargado de convocar a la cumbre, más aún cuando ha trascendido que se negó abiertamente a una segunda reunión con Keiko Fujimori.

Quienes pensamos que la única salida para destrabar políticamente al Perú pasa por un acuerdo entre Ejecutivo y Legislativo, entre pepekausas y fujimoristas, pues, tenemos que pedirle a los demás políticos que no se metan en la cumbre, por favor.

El extremismo antifujimorista, con versátil pragmatismo, intentará postergar la urgente cumbre para el Perú. Apostará a un recambio total o parcial del Gabinete en julio, sin acuerdos ni diálogos, y seguramente la administración pepekausa recuperará la respiración hasta la próxima visita del Papa. Luego la polarización alentada por el radicalismo antifujimorista retornará y el gobierno ingresará al tercer año de mandato, sin el necesario respaldo político ni acuerdo de gobernabilidad para emprender reformas trascendentes.

El pepekausismo entonces competirá en mediocridad con el pasado nacionalismo, el fujimorismo seguirá golpeando desde la oposición, el Perú habrá ingresado a la temida trampa de ingresos medios y el 2021 será una perita en dulce para el antisistema.

Víctor Andrés Ponce

Fotografía: Ideele Radio

Víctor Andrés Ponce
21 de junio del 2017

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