Maromas y gobernabilidad

Las amenazas reales de la administración PPK

Algunos estrategas palaciegos y observadores señalan que lo mejor para el Gobierno es administrar las relaciones de tensión y colaboración entre el pepekausismo y el fujimorismo. De esta manera cuando el Ejecutivo tiene un incendio, sobre la marcha se atiza el enfrentamiento con el Legislativo y se lanza suficiente humo que vela cualquier impasse.

Según esta aproximación, jugar con el conflicto y la colaboración es inocuo porque, finalmente, la mayoría legislativa ha entendido que no hay futuro para el fujimorismo sin poner el hombro por la gobernabilidad. Allí está el voto de investidura casi unánime a favor del Gabinete Zavala, la delegación de facultades legislativas y otros hechos incuestionables de colaboración fujimorista. Se agrega algo más al análisis: el movimiento naranja estaría interesado en mantener este escenario de oposición y colaboración, mientras una media, cada vez más acrítica, se cebaría en estos escenarios virtuales de posibles enfrentamientos.

Sin embargo es hora de preguntarse en dónde realmente están las amenazas a la gobernabilidad, y también sobre las diferencias entre una maroma y las apuestas reales por la gobernabilidad. En la medida en que no hay nada que indique enfrentamientos reales entre Ejecutivo y Legislativo es evidente que las cargas explosivas en contra de la gobernabilidad pueden provenir de la propia administración PPK.

Algunos hechos que debería alarmar a cualquier analista: en los últimos días se han producido cinco ataques a proyectos mineros ante la vista y paciencia de la autoridad estatal: en la mina Horizonte en Pataz (La Libertad), en Solex de Puno, en la mina Constancia de Cusco y en Anabi también en Cusco. Al parecer ninguna solicitud de garantías a la policía local funcionó; como si los efectivos policiales, simplemente, se hubieran replegado a sus unidades. Si a estos hechos le sumamos que en Lima y algunas ciudades los asaltos con balaceras se han multiplicado, con enorme impacto mediático, la idea de una Policía que mira de costado el incendio parecería confirmarse. ¿Qué podría estar sucediendo?

El ministro del Interior, Carlos Basombrío, pretende enfrentrar dos guerras a la vez: la guerra contra la criminalidad en las calles y la guerra contra la corrupción policial. Casi ningún ejército gana dos guerras simultáneas. Las acusaciones y destituciones en el frente interno (incluida la increíble lavada de manos en Las Bambas) pueden haber quebrado la cadena de mando policial y hoy, en la práctica, se podría estar enfrentando una huelga de brazos policiales caídos.

Si las cosas son así, la administración PPK está frente a una seria amenaza contra la gobernabilidad, y que debe resolver sobre la marcha. Considerando que la ola criminal destruye la popularidad gubernamental y que los conflictos sociales alrededor de la minería empiezan a agravarse, ¿cuál es la importancia de seguir jugando con el escenario artificial de tensiones y colaboraciones entre el Ejecutivo y el Legislativo? Es más, si el Gobierno no resuelve problemas mínimos de gobernabilidad, el Ejecutivo caerá por la pendiente de tal manera que el propio fujimorismo no sabrá qué hacer para sostener al pepekausismo, a menos que decida asumir el costo del fracaso.

En otras palabras, ya terminó la hora de las maromas sobre la gobernabilidad y es momento de asumir las encrucijadas reales de la propia gobernabilidad. Si el Ejecutivo cree que el entusiasmo con el que el periódico antifujimorista flagela al fujimorismo cada vez que enfrenta un problema ministerial lo salva del fracaso, entonces está cometiendo un suicidio político. Como decía PPK, ya se acabó el recreo; pero no ahora sino antes de ayer.

Víctor Andrés Ponce