LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Maduro y la Guerra Fría regional
Lecciones para los demócratas de la región
Luego de las llamadas “elecciones” en Venezuela no hay dudas para la comunidad internacional de que el régimen chavista se ha convertido en una dictadura sin edulcorantes. Pueden correr ríos de tinta denunciando que las elecciones no tienen legitimidad, la poca participación electoral y la ausencia de la mayoría de la oposición, sin embargo la dictadura chavista se aferrará al poder. Igualmente se van a multiplicar las sanciones económicas de la comunidad internacional y también es incuestionable que la crisis humanitaria se multiplicará, no obstante a la dictadura chavista no se le moverá una ceja. A veces los demócratas latinoamericanos todavía no tomamos consciencia de que Venezuela se ha convertido en una Cuba grande, con las mayores reservas petroleras del mundo, pese a que diariamente 30,000 venezolanos huyen de su propio país.
Cuando se habla de sanciones económicas y de aislamiento internacional de la dictadura chavista olvidamos que cosas parecidas ya sucedieron con la dictadura cubana. Hasta la diáspora llanera comienza a parecerse a la cubana de décadas atrás. Un avezado comunista diría que Venezuela está en tiempos de profilaxis económica y social para consolidar el régimen de partido único, tal como sucedió en la isla caribeña con la estrategia de Fidel Castro.
A pesar de que el Muro de Berlín se desplomó a fines de los ochenta, el periodista Andrés Oppenheimer ensaya la tesis de que, debido a sus increíbles reservas petroleras y los niveles de endeudamiento, Venezuela podría convertirse en una especie de protectorado de China o de Rusia. Si a esto se agrega que un incremento del conflicto en el Medio Oriente podría disparar el precio del barril del petróleo, entonces las cosas se presentan más que complicadas.
Los hechos mencionados nos revelan que en América Latina la Guerra Fría nunca se fue, que estuvo agazapada, se envolvió en indigenismos y en nacionalismos, y luego se encarnó en líderes mesiánicos. Y ni las democracias relativas están a salvo: las posibilidades del chavista Gustavo Petro en Colombia y del populista Manuel López Obrador nos indican que las propuestas procapitalistas y anticapitalistas colisionan con estruendo en la región, tal como solía pasar en el siglo XX. Si a estos le sumamos la consolidación de Evo Morales y en Bolivia y de la dinastía de los Ortega en Nicaragua, pues ¿quién se atreve a decir que en la región ha ganado la democracia y la economía de mercado?
Siempre vale recordar la soberbia de los demócratas venezolanos, que se sentían demasiado cerca de Estados Unidos y de las democracias occidentales debido a la prosperidad del oro negro. El país llanero era, en la región, la sociedad de las clases medias por excelencia y nadie imaginaba el camino al infierno de hoy. Sin embargo apareció un líder mesiánico y la tragedia venezolana tiene para décadas.
Y vale recordar con extremo cuidado esa soberbia que ningunea la lucha ideológica porque en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016, de una u otra manera, en el Perú colisionaron dos modelos, dos sistemas. Y si seguimos disfrutando de libertades políticas y económicas solo se explica porque Dios, a veces, parece muy peruano.
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