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Los caviares nunca mueren

Reflexiones sobre este sector político

Los caviares nunca mueren
Víctor Andrés Ponce
29 de enero del 2018

 

Luego de emigrar de la administración PPK, la llamada “izquierda caviar” empieza a reorganizarse y planificar su futuro. Y de una u otra manera, la candidatura de Julio Guzmán, el candidato morado, empieza a aparecer como alternativa. Veremos. Si bien esta izquierda ha abandonado el Ejecutivo, pelea con uñas y dientes las posiciones alcanzadas en todos los ministerios, porque la identidad de este sector político pasa por la relación con el Estado. Para ellos, “salvo el Estado, todo es ilusión”.

Si bien es cierto que resulta una arbitrariedad hablar de izquierda caviar —el concepto parece demasiado ancho y ajeno— sí es posible definir este espacio como esencialmente antifujimorista, muy limeño y mesocrático, con ciertas lecturas (que suele sobrevalorar en exceso), con vocación democrática —en comparación con la izquierda antisistema—, con un tufillo clasista —que viene de la Colonia y del dolor causado por las expropiaciones velasquistas—, y un pragmatismo y oportunismo político a prueba de balas.

La izquierda siempre se dio maña para salir indemne de todos los naufragios que ha causado en el país. Cuando Toledo encalló, la izquierda encabezó la crítica, no obstante que ella lo encumbró. Cuando Humala hizo agua, estuvo al frente del apaleamiento nacionalista. Y cuando la fallida vacancia y el indulto se entremezclaron, la izquierda caviar saltó del barco pese a que siempre supo que el indulto era cuestión de calendarios. Hoy se apresta a encabezar la crítica sin rubores ni dudas, porque ella es así: siempre está en el poder, salta de él, encabeza críticas y vuelve a él. ¿Alguien duda de que esta izquierda ya comienza a rodear una candidatura presidencial?

Sin embargo la izquierda caviar no puede ser la misma luego del fallido putch contra la democracia que se pretendía desarrollar con la detención preventiva de Keiko Fujimori. Sí era un típico putch, algo que merece documentarse, investigarse. Este sector ha demostrado que para ellos la democracia es relativa, si se cuestionan sus posiciones en el Estado. El veto de la izquierda caviar a la participación del fujimorismo en democracia llegó a tal extremo que, en los corrillos judiciales, se hablaba de que estaba en marcha una orden de detención preventiva en contra de la lideresa de Fuerza Popular, y sin razones legales.

Si hubo los increíbles allanamientos de los locales fujimoristas, la versión parece verosímil. ¿O no? El objetivo era simple: aniquilar a Fuerza Popular. Si en ese entonces Alberto Fujimori hubiera estado en la cárcel y la lideresa también, el fujimorismo podía convertirse en puré. Un mes después se liberaba a Keiko por la tensión nacional y reajustes en la investigación; pero también salían Ollanta y Nadine, y se levantaba la orden de detención contra Toledo. Todo estaba emparejado y el aprendiz de Montesinos se consagraba. Sin embargo Fuerza Popular sacó todos los tanques y destruyó todas las baterías caviares, y llegamos al tiempo de la vacancia fallida y el indulto. Allí estamos.

¿A qué vamos? Cualquier aura de tolerancia con la izquierda caviar hoy no debería existir, sobre todo de parte nuestros amigos que defienden la economía ortodoxa y liberal. Si bien hemos llegado a esta crisis de gobernabilidad por los pagos de Odebrecht a Westfield, la democracia está en cuidados intensivos porque la izquierda caviar se aprovechó de la inocencia y la ineptitud de Palacio para bloquear el pacto, el entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo, entre pepekausas y fujimoristas. Ganaron en todo nivel, pero ahora saltan apurados de la nave que naufraga.

Si el Perú hubiese procesado un pacto, como suele suceder en cualquier democracia de relativa salud, el caso Lava Jato no sería el huracán que derriba y pone en vilo a las instituciones. Todos los resortes institucionales estarían tensados para absorber adecuadamente la crisis. Pero ganó la izquierda caviar.

Sin embargo esa misma izquierda caviar se maquilla para esconder su responsabilidad y se prepara para volver con otro candidato. Caso único para la sociología latinoamericana: el arte de llegar al poder sin organizar partidos y sin sudar la gota gorda de la política.

 

Víctor Andrés Ponce
29 de enero del 2018

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