La vacancia que se bambolea

Ayer se conoció que diversas bancadas estaban recolectando firmas para presentar una nueva moción de vacancia y, de una u otra manera, se dejó en claro que la coyuntura vacancia/indulto todavía no ha terminado, más allá de la frenética actividad de Alberto Fujimori para seguir mermando la bancada de Fuerza Popular. Con la iniciativa en camino apareció un conglomerado en el que se agrupan sectores de APP, AP, Apra, Nuevo Perú y Frente Amplio, como una clara expresión de que en el Legislativo ya no existe una mayoría absoluta sino mayorías relativas.

En otras palabras, el impulso “vacador” en camino ya no es obra y gracia de Fuerza Popular y el keikismo, sino de una convergencia demasiada amplia y plural, a la que seguramente se sumará Fuerza Popular con sus cerca de 54 ó 55 congresistas, dependiendo de cuál sea la estrategia migratoria de los albertistas camuflados en la actual mayoría relativa.

Si bien existen posibilidades de que la moción de vacancia prospere, hoy las cosas no aparecen tan nítidas como se presentaban el 21 de diciembre pasado, cuando Alberto logró fracturar a Fuerza Popular. No solo porque el ex presidente ha convertido a la mayoría absoluta en una relativa, sino también porque todos los movimientos y líderes aparecen salpicados por el llamado caso Lava Jato.

Sin embargo, diversos trascendidos señalan que la nueva moción de vacancia se tramitará de manera muy diferente al fallido intento anterior. Se dice que la moción se presentará como un expediente abierto, de cara al país, y buscando movilizar a toda la sociedad y los actores democráticos alrededor del tema. En esta estrategia un asunto aparece crucial: se afirma que la comisión Lava Jato desclasificará información que empalidecerá todo lo conocido hasta hoy sobre este tema. Es decir, las cosas adquirirían tal magnitud que las bancadas parlamentarias, inevitablemente, tendrían que sumarse a la demanda de vacancia; o en su defecto, terminarían fracturándose. En todo caso, ver para creer.

Más allá de cualquier especulación, los que pagarán la cuenta de la perpetua crisis de gobernabilidad que se ha instalado en el país, luego de conocerse los pagos de Odebrecht a Westfield, son la sociedad, la economía y las instituciones del país. Algo sucede en la democracia peruana que la polarización no amaina, como si la guerra que echara a andar la izquierda caviar —con la judicialización de Fuerza Popular y el intento de encarcelar a sus líderes— solo pudiera terminar con vencidos y vencedores. A diferencia de la democracia, en donde los rivales no se excluyen ni se matan, en las guerras las cabezas tienen que rodar a menos que se firme algún inesperado pacto.

En cualquier caso en esta coyuntura, más allá de los intentos de cierta media y de la izquierda de acusar y allanar a algunos para tapar el caso de otros, es evidente que el destino del presidente Kuczynski y el ex presidente Fujimori están amarrados, como si de siameses políticos se tratara.

El primero está en la guerra porque, al parecer, dio la luz verde para judicializar a la mayoría legislativa y desarrollar la estrategia de ruptura de Fuerza Popular. El segundo porque sumó otro yerro —de los que suele cometer luego de haberse alejado del poder— apresurando un indulto que estaba a la vuelta de la esquina y que, de haberse concretado de otra manera, lo hubiese convertido en una especie de patriarca nacional. A veces la vejez con la política no van.