La ofensiva en contra del indulto

El extraño e inconsistente pronunciamiento de Walter Gutiérrez, defensor del Pueblo, en contra del indulto otorgado al ex presidente Fujimori revela que la ofensiva principal en contra de la gracia presidencial ya no se desarrollará en las calle, sino en las instituciones nacionales e internacionales (léase Defensoría, Poder Judicial y Corte Interamericana de Derechos Humanos). Gutiérrez intenta congraciarse con el antifujimorismo más irreflexivo en el preciso momento en que las protestas callejeras parecen haber fracasado y a pocas horas de que la Corte Interamericana, como se dice, meta su cuchara.

¿Qué significa semejante escenario? Que los enemigos del indulto no paran por una sencilla razón: el establishment organizado en los últimos quince años de democracia se justificó en la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo. El indulto, más allá de las irritaciones iniciales por la forma como fue concedido, de una u otra manera, podría sepultar esa absurda polarización que inventó la izquierda caviar para encaramarse en las ramas del Estado sin haber ganado una sola elección.

¿Por qué Gutiérrez y los enemigos del indulto pueden aparecer a la ofensiva? La responsabilidad principal está en Kenji y sus seguidores, quienes apenas liberado el ex presidente Fujimori, intentaron apretar supuestas clavijas en Fuerza Popular, causando más endurecimiento y una especie de abstención en la defensa del indulto de parte de la mayoría legislativa. De otro lado, importantes sectores de la sociedad comienzan a contemplar la actividad de Kenji como la clara voluntad del ex presidente Fujimori de retomar las riendas de Fuerza Popular. Desde una buena sociología y un discreto análisis, algo así no parece posible. Kenji y sus seguidores entonces deberían asesorar de mejor manera al ex jefe de Estado.

En otras palabras: una voluntad clara del antifujimorismo para revertir el indulto y el desconcierto en todos los sectores que deberían defender la mencionada gracia presidencial. Sin embargo, más allá de la errática estrategia con que se consiguió, el indulto es una poderosa herramienta para, de una vez por todas, intentar cancelar la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo que ha envilecido las instituciones de la democracia y amenaza con tragarse la economía de mercado. El solo hecho de que todos los ex presidentes electos por el respaldo antifujimorista hoy están investigados por el caso Odebrecht, es una confirmación de esta grave enfermedad que padece la democracia peruana.

De otro lado, Fuerza Popular debería pasar a la ofensiva general en defensa del indulto, no solo porque la historia y la trayectoria política obligan a ello, sino porque conviene políticamente. La posibilidad de enterrar políticamente esa polarización y del desmoronamiento de un establishment —que ha engordado con el veto al fujimorismo— sería una gran noticia para el keikismo. Asimismo, si en el camino de defensa del indulto Fuerza Popular deja en claro sus distancias con las dinastías y reinterpreta su historia, zanjando con el pasado autoritario, habrá surgido un movimiento político más cercano a la modernidad.

Lo que Fuerza Popular no debería hacer jamás es lo que hizo Kenji: olvidar quiénes eran los carceleros de Fujimori y que en política, como en la vida, se tiene que guardar una cierta estética y coherencia. Aparecer abrazado de los carceleros del padre siempre tendrá algo de grotesco y expresa una enorme falta de dignidad y de amor propio.