¿La mayoría legislativa en desbande?

Como en las películas en que un ejército enemigo toma de rehén a la reina adversaria, los seguidores de la secuestrada tienen dos opciones: pelear por su libertad o capitular. Salvando las distancias, hoy esa figura puede aplicarse a la conducta de Fuerza Popular frente a la inminente detención preventiva que puede decretarse en contra de Keiko Fujimori. Si bien no se trata de un ejército enemigo sino de un fiscal y un juez que, más allá de las voluntades, son instrumentalizados por el IDL, las ONG de izquierda, los asesores marxistas del presidente Vizcarra y otros sectores del país, para producir un resultado político: el desbande, la desorganización y la destrucción de la mayoría legislativa.

Y, como en una obra de Shakespeare, las traiciones de los leales de ayer, de los radicales que juraban matar por la reina, nos recuerdan nuestra humanidad. Las traiciones de Francesco Petrozzi y Daniel Salaverry son celebradas —tal como se hizo con Kenji y los Avengers— por las turbas mediáticas que alientan el linchamiento del fujimorismo.

Luego del pronunciamiento de Keiko Fujimori a favor de un diálogo con el Ejecutivo, el desenlace de la situación es evidente: una “mayoría legislativa” pegada con babas y que, de ahora en adelante —todo parece indicarlo— “colaborará” estrechamente con el Gobierno. En cualquier caso, el resultado político se lo ganó a pulso la cúpula de Fuerza Popular, sobre todo al renunciar a liderar las reformas urgentes que necesitaba el país. Si una mayoría legislativa renuncia a transformar una sociedad, tarde o temprano será sancionada por el electorado. Lo sucedido con Fuerza Popular es un fenómeno para estudiar. ¿Cómo una dirección política pudo acumular tantos errores? No creo que haya caso parecido.

Hoy la sanción, el escarnio contra Keiko, se ha adelantado al cronograma electoral. Un fiscal y un juez, en medio de una peligrosa desinstitucionalización, abusan del derecho y violan el principio constitucional de la presunción de inocencia, mientras los principales implicados en el caso Lava Jato siguen silbando con las manos en los bolsillos. Fuerza Popular se embarcó en la espiral que judicializaba la política, se dedicó a romper huesos, y terminó con su reina en jaque.

Ahora bien, ¿qué hará el Ejecutivo con el relativo control que asume del Congreso? ¿Desarrollará la agenda de reformas que el fuerzapopularismo desdeñó? No lo creo. Con el equipo de asesores marxistas —que niegan su presencia en Palacio— que rodea a Vizcarra y con medio Gabinete anti inversión todo parece indicar que Salaverry, asustado sabe Dios por qué circunstancia, pondrá el hombro para controlar instituciones: se exigirá la cabeza del fiscal Pedro Chávarry mientras los grandes implicados Lava Jato siguen paseando. Me atrevo a sostener que por allí empujará el Ejecutivo.

El declive del fujimorismo reorganizará el espacio político desatando tendencias inesperadas. Emergerá un espacio antisistema que cuestionará frontalmente el orden establecido: Antauro acaba de lanzar su candidatura desde la cárcel. Pero, igualmente, surgirá una derecha dura, conservadora, procapitalista; un Tea Party mestizo, que buscará copar el espacio del fujimorismo en los sectores populares en base a la movilización de las iglesias evangélicas y las comunidades católicas en contra de la llamada “ideología de género”.

Pero será una derecha rompehuesos, que irá en busca del establishment que ha desencadenado esta terrible situación en la democracia con la plena colaboración del fujimorismo, soberbio, incapaz de transformar un país pese a que podía hacerlo, incapaz de entender que sin ideología y programa no hay política en democracia, no obstante todas las tecnologías y redes del siglo XXI. Terrible.

Quizá los vencedores de esta “guerra de exterminio” podrían, en base a su triunfo, convocar a alguna forma de entendimiento nacional para evitar estas vendettas que parecen resurgir cada diez o quince años en el Perú.