La hora de los políticos

Es incuestionable que la actual crisis de la República solo proviene de las transferencias de Odebrecht a Westfield Capital, empresa personal del presidente Kuczynski, cuando el jefe de Estado ejercía funciones de primer ministro. Pretender explicar las cosas solo desde la polarización fujimorismo versus antifujimorismo es seguir incrementando las pasiones que podrían escalar a niveles que no hemos contemplado en los últimos quince años. Es hora de la prudencia. Si bien el Perú es una sociedad laica, las guerras de religiones laicas, que empiezan a reemplazar a la política, podrían llevarnos a escenarios trágicos.

Sin embargo más allá de Westfield resulta también incuestionable que las denuncias de las impropias relaciones contractuales del presidente Kuczynski se producen en el pico más alto de la polarización fujimorismo versus antifujimorismo luego de la caída del fujimorato en el 2000, horas después de que los fiscales allanaran los locales de Fuerza Popular con argumentos procesales discutibles. La confrontación extrema llevó a la mayoría de medios a celebrar la medida fiscal como si algo bueno contra la corrupción pudiese resultar del allanamiento.

Ahora bien, ¿por qué hemos llegado a esta confrontación cuasi religiosa? Seguramente continuaré estando en absoluta minoría: la responsabilidad principal recae en el presidente Kuczynski, quien luego de las elecciones nacionales fue incapaz de modificar la política de alianzas de la segunda vuelta, entre pepekausas, nacionalistas e izquierda caviar. En este contexto, todos los esfuerzos de convergencia, incluido las dos reuniones Keiko- PPK, fueron sistemáticamente saboteados por la izquierda caviar, desde el intento de dividir a Fuerza Popular y la judicialización del fujimorismo hasta el 2021, hasta los allanamientos.

Esta estrategia fue celebrada por una mayoría mediática irreflexiva que solo contribuyó a la guerra y a endurecer al fujimorismo que sobrerreaccionó y empezó a golpear a diestra y siniestra. Hasta que propinó un cruzado letal: Westfield. El Perú contempló una serie de acciones y reacciones políticas que se envolvieron con argumentos jurídicos.

Al margen de si se produce o no la vacancia presidencial, el vacío de poder en el Perú es tan hondo que la democracia ya ingresó a cuidados intensivos. En este contexto, el presidente Kuczynski o el primer vicepresidente, Martín Vizcarra, por si solos no serán capaces de organizar la gobernabilidad sin los partidos del Legislativo, particularmente de Fuerza Popular.

¿Qué estamos diciendo? Que la situación de la democracia y la eventual vacancia de la jefatura de Estado acrecientan las responsabilidades de los políticos y del fujimorismo. Los actores políticos están llamados a construir una nueva política de alianzas que, de alguna manera, refleje los resultados electorales de los pasados comicios nacionales. Es ingenuo pensar que, en cualquier circunstancia, el fujimorismo cogobernará —sería suicida hacia el 2021—, pero sí es absolutamente posible imaginar un Ejecutivo en el que no existan sectores —como la izquierda caviar— que desarrollen una guerra popular prolongada para dividir, judicializar, allanar, y excluir al fujimorismo del sistema democrático.

Ha llegado, pues, la hora de los políticos, o quizá de ese “Senado realmente existente” al interior del Parlamento y fuera de él, y que de una u otra manera pone los intereses de la República por delante. Sin embargo para evitar las responsabilidades que empieza a demandar la democracia algunos pueden estar tentados del salto adelante: el fácil adelanto de elecciones.