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La guerra del establishment

Prolongada y sin cuartel, en defensa de privilegios

La guerra del establishment
Víctor Andrés Ponce
30 de octubre del 2017

Ha pasado más de un año de las elecciones nacionales y el establishment que se organizó a la sombra del Estado en los últimos quince años de democracia se resiste a aceptar el mandato electoral que estableció un Gobierno dividido entre un Ejecutivo de la tercera bancada parlamentaria y una mayoría legislativa absoluta diferente en el Congreso. Al negarse a aceptar la nueva realidad política que, en democracia, se sanciona mediante el sufragio, el mencionado establishment juega al filo de la democracia, guiñando el ojo al golpismo más burdo, tal como sucedió con la absurda disyuntiva entre disolución y vacancia que promovió de manera irresponsable.

Si la naturaleza antidemocrática de estas estrategias no se desvela es porque una coalición mediática, que se gestó bajo la ubre estatal del nacionalismo, también participa de ese juego irresponsable. El mencionado establishment solo tiene un programa: el veto político de Fuerza Popular. Al asumir esa actitud reproducen todos los yerros de la oligarquía del siglo pasado que, desarrollando un furibundo antiaprismo, terminó sacrificando la democracia.

¿Por qué la densidad del antifujimorismo de hoy? A diferencia de las oligarquías del siglo pasado, el establishment presente es demasiado frívolo y light en sus objetivos: preservar las consultorías con las cuales se formó una delgada y reducida clase media estatalista. Nada más. Así de pequeña es la meta de este establishment, en comparación con las oligarquías pasadas que, al menos, intentaban evitar un cambio de régimen de propiedad de la tierra.

Que el establishment se ha enraízado en el Estado es una verdad incuestionable. Por ejemplo, la Fiscalía ahora considera que las investigaciones preliminares de 36 meses (durante tres años) —es decir, casi todo el tiempo que falta para las elecciones del 2021— deben ser tramitadas como investigaciones sobre crimen organizado. Los cócteles de Fuerza Popular caen bajo ese tipo, y la ley se estira como un chicle. Cualquier ciudadano de buena voluntad entiende que por los montos y la actividad la figura es extrema, y que por los indicios casi es imposible que lo preliminar se convierta en acusación y menos en sentencia. Si el nacionalismo perdió las elecciones del 2016, las funciones de la Megacomisión Tejada del nadinismo —que desarrolló una estrategia de antipropaganda contra Alan García— ahora parecen trasladarse a la Fiscalía. Cinco años de demonización y todo fue humo antialanista.

La pregunta que surge es: ¿cómo reaccionará la mayoría legislativa y la primera fuerza política del país frente a esta acción política de la Fiscalía? Las cosas no se presentan promisorias para la democracia y la gobernabilidad.

La guerra del establishment es prolongada, como en el tiempo maoísta. En una encuesta extremadamente política, GFK pretende bajarle el moño a los cambios en Educación, Salud y Justicia. Los nuevos ministros están enflaquecidos frente a sus predecesores. No importa que Idel Vexler haya convertido en puré el paro del radicalismo magisterial del pasado 25 de octubre, afirmando la autoridad estatal en la política meritocrática de la escuela pública. A la coalición mediática ahora no le interesa la meritocracia.

El establishment tiene que bloquear los cambios en Educación, Salud y Justicia porque pierde demasiadas consultorías. Si no lo logra, está dispuesto a derribar al propio Gabinete Aráoz. No le interesa que doña Mercedes haya logrado la paz con el fujimorismo y haya posibilitado que la popularidad del presidente Kuczynski vuelva a trepar. No le interesa que surja un tiempo ideal a favor de las reformas de segunda generación.

El establishment no tiene cómo ganar. Con periódicos y mangoneando entidades tutelares como la Fiscalía nunca se ha ganado en política democrática, excepto en los regímenes autoritarios. Sin embargo el establishment sí puede entrampar la gobernabilidad y la propia democracia, porque su obsesión por vetar al fujimorismo lo lleva al extremo.

¿Reflexionar de esta manera es asumir el criterio fujimorista? De ninguna manera. El Montonero.pe es quizá uno de los pocos medios que está luchando abiertamente contra todos los proyectos populistas y estatistas naranjas. Reflexionar de este modo solo es ponerse de lado de los intereses de la democracia y la gobernabilidad.

 

Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
30 de octubre del 2017

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