La cuestión del indulto

El problema que atravesará política y sociedad

Los marxistas solían hablar de “la cuestión agraria” o “la cuestión nacional”; por ejemplo, para referirse a temas centrales que atravesaban el análisis de la situación política en el largo plazo. En otras palabras, eran asuntos que subyacían a los hechos políticos circunstanciales y que estaban condenados a aparecer una y otra vez. Es inevitable que algo parecido empiece a suceder con el tema del indulto a Alberto Fujimori. No solo porque el oficialismo puso el tema en agenda, sino porque el deterioro de la salud del ex presidente es mucho más grave que en las pasadas administraciones apristas y nacionalistas. Y, más allá de que Keiko Fujimori haya decidido apartar de Fuerza Popular el tema del indulto, también porque el fujimorismo es largamente la primera fuerza política del país.

A esto habría que sumar que Alejandro Toledo, acusado de una danza de millones de dólares por corrupción, y Ollanta Humala, imputado por delitos de lesa humanidad, en los próximos años enfrentarán olas mediáticas y judiciales en contra, y la gente comenzará a preguntarse el porqué de la severidad en contra de Fujimori. No obstante de que a Fujimori no se le encontró una sola cuenta, y que “la teoría de autoría mediata” es una sofisticación teórica de la izquierda difícil de sostener. Por todas estas consideraciones es evidente que la administración PPK enfrentará el indulto como un tema de fondo.

Algo más. ¿Qué sucedería si Alberto Fujimori se muere en la cárcel? Es incuestionable que el oficialismo podría enfrentar la furia de un sector del país, y las consecuencias políticas serían de pronóstico reservado; sobre todo luego de haber ensayado la sórdida tesis de que “Keiko pretendía dejar encerrado a su padre para que no le haga sombra”. La política en el Perú, pues, ha descendido a los más sombríos sótanos gracias a los consejos de los maquiavelos de bolsillo que suelen ser escuchados en Palacio.

Plantear semejantes temas, en realidad, nada tiene que ver con el fujimorismo, sino básicamente con el futuro de la gobernabilidad. Finalmente la muerte de Fujimori en cárcel levantaría una imagen de martirologio que favorecería increíblemente al movimiento naranja. ¿O no?

El asunto tiene que ver con la voluntad de salvaguardar el éxito y la viabilidad del gobierno del presidente Kuczynski, que ha decidido surfear entre las olas de la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, como si tuviese una pulsión suicida incontrolable. Como ya hemos repetido hasta la saciedad, el gobierno de PPK necesita de una convergencia o acuerdos mínimos con la mayoría legislativa para posibilitar reformas de segunda generación y conseguir el necesario respaldo político. De lo contrario, contemplaremos un gobierno que administra la crisis y ralentiza el crecimiento.

La respuesta al manoseo oficialista del tema del indulto ha sido la interpelación en curso al vicepresidente Martín Vizcarra y al titular del Interior, Carlos Basombrío. Ante esta situación algunos despistados comienzan a desempolvar la tesis de la disolución del Congreso. Es decir, más polarización a la polarización. Presiento que hay sectores de Fuerza Popular que empiezan a ver con simpatía la posibilidad de adelantar las elecciones. Finalmente, ¿ las condiciones no serían extraordinarias para Keiko? Sin embargo un escenario de ese tipo sería suicida para la democracia, que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones y que ha logrado arrinconar a la pobreza a solo un quinto de la población.

Aquí solo hay una salida, y solo tiene que ver con la política. Que PPK y Keiko se reúnan en una cumbre, posterguen desencuentros y pongan por delante los intereses de la República.

Víctor Andrés Ponce