Ganadores y sobrevivientes

En su última encuesta, GFK registra que el 55% de los peruanos está por la vacancia y que solo un 15% aprueba la gestión del presidente Kuczynski. Con ese tipo de registros es difícil que PPK pueda gobernar, incluso delegar el poder. La tendencia a sobrevivir prevalecerá.

Las cifras señalan que las informaciones de los pagos de Westfield a Odebrecht se han sumado a la sensación generalizada de que todo está paralizado y que el Ejecutivo moverá cielo y tierra, elevará el sueldo mínimo, cancelará cobro de peajes, hablara de “leyes esclavistas” y otros muñecos populistas con tal de sobrevivir. Siempre vale recordar que la democracia y sus principales instituciones no se crearon para organizar estrategias de sobrevivencia. Y lo peor de todo es que PPK no se atreve a audacias políticas y económicas que lo alejen de esta especie de lenta agonía, tal como lo hizo, por ejemplo, el presidente brasileño Michel Temer en Brasil.

Otro sobreviviente de la coyuntura es Alberto Fujimori. Su visión mesiánica de la política lo llevó a acelerar un indulto que estaba a la vuelta de la esquina debido a la fuerza política que había demostrado Fuerza Popular —más allá de cualquier enjuiciamiento— en los primeros dos años de la administración PPK. El indulto era un hecho, como la ley de la gravedad. Pero la coyuntura vacancia/indulto, con la respectiva fractura de Fuerza Popular, ha generado este escenario de incertidumbre alrededor del tema porque el espacio proindulto ha sido absolutamente debilitado. Como en las profecías autocumplidas, hoy un sector de Fuerza Popular no parece interesado en la defensa de Alberto. ¿Quién defiende al autor de la ruptura de un partido? Parece imposible, más allá del atolladero en que está inmersa Keiko en su condición de hija.

El antifujimorismo, pues, se muestra a la ofensiva en contra del indulto, en medio del desconcierto general de los defensores del indulto y los actos inefables de un Kenji trepado en el avión presidencial.

Ahora bien, Fuerza Popular y Keiko también han sido heridos de gravedad por la coyuntura vacancia/indulto. En un despropósito que desnuda el mito de un Alberto con un increíble nervio político —el hombre, fuera del poder, solo ha acumulado error tras error—, apenas fue indultado, el ex presidente quiso tomar el control de Fuerza Popular y se decidió a fracturar el fujimorismo si no lo conseguía. Ya lo hizo y posiblemente organice una bancada parlamentaria de quince congresistas, no obstante que lo pudieron respaldar más de 70. ¡Absolutamente increíble!

En este contexto, Keiko ha padecido la campaña mediática de demolición más feroz de nuestra historia. Un caso que se debería estudiar: el keikismo se convirtió en una especie de “cuestión judía”. Ni la antipropaganda contra Alberto en las elecciones de 1990 ni la guerra total contra el Humala del polo rojo se le igualan. Sin embargo Keiko sigue primera en las encuestas y dirigirá una bancada de 55 congresistas; pero ahora se tratará de un fujimorismo sin Fujimori, de una cosa absolutamente diferente, y en la que todo está por escribirse.

Casi por leyes de la física, los fuerzapopularistas llegarán a la conclusión de que deben institucionalizarse como un partido moderno, que deben abandonar las políticas del inner circle de los noventa y, sobre todo, representar la continuidad y la profundidad de las reformas de los noventa, y ubicarse en ese espacio de la centro derecha que busca una alianza entre el Estado, el empresariado y los excluidos del Perú. ¿Existe otra manera de enterrar el pasado autoritario, la influencia de Alberto e ignorar las caricaturas de Kenji? No hay otra. En todo caso es la única manera de evitar la condición de sobreviviente.