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Fujimorismo, ¿un nuevo peronismo?

Fujimorismo, ¿un nuevo peronismo?
Víctor Andrés Ponce
29 de marzo del 2017

Notas sobre el futuro del movimiento naranja

Luego de los huaicos y lluvias que golpean al país, no se puede negar la evidente desubicación política del fujimorismo mientras el gobierno se toma un nuevo aire y el Gabinete empieza a fortalecerse. El inexplicable proyecto de ley sobre la prensa presentado por el movimiento naranja y la incapacidad de liderar una voluntad de convergencia nacional ante los desastres son las instantáneas que nos revelan a un fujimorismo desconcertado y, sorprendentemente, a la defensiva.

En medio de esta situación una barra antifujimorista —sin ningún criterio ético, político e ideológico— alienta a Kenji Fujimori a avanzar en la división del movimiento naranja. La figura es grotesca, por decir lo menos. En la vida, en la política y en el arte siempre tiene que haber una estética para que las cosas fluyan. Aquí todo es brutal. Los mismos personajes que sueñan con que el padre de Kenji muera en la cárcel son la barra brava del hijo, los mismos personajes que denuncian al fujimorismo como un movimiento dinástico apoyan una salida dinástica, los mismos personajes que caricaturizan a Kenji y subrayan sus limitaciones políticas lo erigen como “el político”. El mundo del antifujimorismo también es el territorio de lo feo.

No obstante sus rasgos populistas y ciertos tics del pasado, vale preguntarse ¿por qué el fujimorismo es importante para cualquier demócrata y libertario? Por una sola razón: el Perú es una sociedad de ingresos medios en la que la disputa entre capitalismo y anticapitalismo es crucial, tal como se demostró en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016. En este contexto, sin el enraizamiento popular del fujimorismo, los proyectos chavistas y estatistas ya habrían tomado el poder en el Perú. El movimiento naranja, pues, por su base popular es una especie de guachimán del sistema. De allí su importancia.

Ahora bien, ¿qué hay detrás de las conductas de Kenji? Es incuestionable que está el aliento y la promoción de la barra antifujimorista, pero también resulta evidente que existe un problema de organización e institucionalidad en el movimiento naranja. ¿A qué vamos? El actual fujimorismo convertido en la primera fuerza política del país no se explicaría sin la oposición democrática de los últimos quince años y el intenso trabajo en la base popular, liderado por Keiko Fujimori. Si el movimiento naranja solo fuese la herencia de los noventa, entonces otros serían los protagonistas del proceso. Es más, sin quince años de fujimorismo en democracia, los herederos de los noventa se habrían disuelto como el odriismo, por ejemplo.

Sin embargo, el fujimorismo no ha adoptado las formas organizativas e institucionales de los partidos democráticos. De alguna manera el estado mayor naranja se basa en un liderazgo alrededor del cual se mueve un inner circle de leales. A entender del suscrito, allí reside una de las causas principales de la pasada derrota electoral, y de allí también proviene la actual desubicación del señalado movimiento. Para resumir: el fujimorismo ha demostrado una conducta democrática en los últimos quince años, pero mantiene los métodos organizativos del pasado.

En este contexto, Kenji emerge como un problema y es alentado por la barra antifujimorista. Si el movimiento naranja avanzara a organizarse a semejanza de los partidos en democracia —con un estado mayor plural, con tolerancia de tendencias y corrientes internas y con una jefatura posible de ser cuestionada— en el Perú habría surgido el segundo partido del pueblo de nuestra historia republicana. El primero fue el Apra, y Víctor Raúl Haya de la Torre ya está en la historia sin haber llegado el poder.

Si el fujimorismo se institucionaliza, el problema Kenji desaparece en el acto. El movimiento naranja se tornaría en una fuerza popular que por su tolerancia y capacidad de convivir con diversas corrientes internas empezaría a parecerse a lo que fue el peronismo en Argentina. Y el liderazgo de Keiko ha permitido gestar un nuevo fujimorismo de cara al siglo XXI; en otras palabras, habría nacido un nuevo partido del pueblo.

Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
29 de marzo del 2017

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