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Fuerza Popular evita su destrucción

El desenlace de los kenjiaudios

Fuerza Popular evita su destrucción
Víctor Andrés Ponce
23 de marzo del 2018

 

Existe una tendencia a analizar los hechos sociales y políticos desde el punto de vista de los actores individuales. Se trata de una manera válida de repasar los acontecimientos, pero puede velar grandes tendencias o debates de fondo. Por ejemplo, se dice que Keiko Fujimori en un solo acto (mediante la difusión de los kenjiaudios) liquidó a Pedro Pablo Kuczynski, Alberto Fujimori y Kenji Fujimori. Si bien la imagen es cierta, la instantánea vale para las películas o las novelas, no para la sociología o el análisis político.

Por ejemplo, la figura de héroe o villano individual oculta que los tres derribados por los kenjiaudios eran enemigos jurados de Fuerza Popular y pretendían destruir a esta organización contra viento y marea. En otras palabras, no era la pelea entre tres actores, sino de una colectividad en gestación que pretendía sobrevivir en contra de toda la potencia política y los recursos del Estado. Es decir, ha ganado (o se ha defendido) un grupo o colectivo que se galvaniza cada vez más.

Todo lo que se ha dicho sobre el obstruccionismo y la voluntad opositora de Fuerza Popular durante los dos años de la administración PPK puede tener una brizna de verdad. Sin embargo, olvidar que el Gobierno de PPK, desde el primer día en que asumió el poder se propuso dividir a Fuerza Popular mediante el indulto a Alberto Fujimori es caer en las celadas del antifujimorismo más simplón. ¿Qué hace una organización que se reclama histórica y que enfrenta una amenaza de escisión? Pues la guerra. Luego se pasó al intento de judicializar a Fuerza Popular e, incluso, de encarcelar a sus dirigentes, hasta aterrizar en la coyuntura vacancia/indulto.

Cuando la izquierda caviar –con su estrategia de veto a Fuerza Popular– se retiró del Gobierno por el indulto, todos creímos que la guerra terminaba. Pero Alberto Fujimori, sorprendentemente –con la ayuda del Ejecutivo, del antifujimorismo ancho y ajeno, los medios y las encuestadoras– levantó a Kenji hasta las cumbres con el objetivo de fracturar a Fuerza Popular.

Alberto desarrolló reuniones frenéticas con congresistas ofreciendo el oro y el moro para las provincias. De pronto Fuerza Popular llegó a la conclusión de que tenía que volver a tomar las armas para evitar la destrucción partidaria, y se sumó a la segunda moción de vacancia. El destape de los kenjiaudios tuvo la virtud de pasar por la moledora, en un solo movimiento, a todos los que pretendieron destruir a Fuerza Popular.

¿Se puede entonces hablar de una guerra de tronos? En realidad esta tesis sigue ninguneando los esfuerzos organizativos del fuerzapopularismo. Hoy ha quedado claro que solo el hecho de organizar el legado de Alberto Fujimori transformó ese legado en algo diferente. De allí que Keiko haya ganado largamente. Igualmente ha quedado establecido que los recursos del Estado no son suficientes para envilecer a una organización cuando hay una buena política. De la misma manera se puede señalar que, en las democracias y las sociedades abiertas, el marketing y las finanzas no pueden superar a las colectividades que hacen política.

Sin embargo, también han quedado absolutamente establecidas las limitaciones ideológicas, programáticas y organizativas de Fuerza Popular. El hecho de que las dádivas hayan construido el fenómeno Avenger nos indica que en Fuerza Popular hay demasiado que hacer.

Terminada la guerra y salvada la organización partidaria, el keikismo necesita volver a sus orígenes. Y la única manera de hacerlo es llevando la modernización partidaria al límite. Es decir, recordar que los antecedentes fujimoristas buscaban una alianza entre Estado, empresarios y excluidos, con el objeto de desatar el desarrollo capitalista y detener la amenaza chavista. En ese camino, abandonar la guerra también significa superar todo el populismo que, a veces, parece envolver al fuerzapopularismo.

 

Víctor Andrés Ponce
23 de marzo del 2018

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