¿Fragmentación en el Congreso?

Las tendencias centrífugas y centrípetas de la política

Se ha producido una virtual fragmentación en el Frente Amplio: los sectores vinculados a Verónika Mendoza han sido relegados de la organización por los seguidores de Marco Arana. Tarde o temprano, el conato de escisión puede tener repercusiones en la bancada de frenteamplista del Congreso. ¿Se confirmará una división? De otro lado, si bien el abrazo entre Juan Sheput y Guido Lombardi, aparentemente, supera la división entre dos sectores de la bancada de Peruanos por el Kambio a la hora de votar por el Defensor del Pueblo, la pregunta es urgente: ¿la bancada pepekausista mantendrá su unidad?

Apenas ha pasado más de un mes de la instalación de los nuevos Ejecutivo y Legislativo y ya se perciben tendencias centrífugas en la política peruana. Y si le sumamos los rumores de marcadas diferencias dentro de Fuerza Popular —más allá de las sorprendentes votaciones en bloque de la bancada naranja—, entonces se dibujarían densas sombras en la política peruana. ¿Cómo se podría organizar la gobernabilidad si los actores políticos surgidos en las elecciones pasadas se fragmentan?

Ahora bien, ¿por qué existe una marcada tendencia a la escisión en la política peruana? Hay diversas interpretaciones, desde el notorio caudillismo de los líderes partidarios hasta la falta de reformas ideológicas y culturales de las organizaciones políticas. Desde este enfoque la buena política surge de la voluntad de los líderes y del gran debate de ideas. Ahora no se nota —como en el quinquenio pasado— una voluntad de exacerbar la confrontación, no obstante nadie puede sostener que las tendencias centrípetas en la política se imponen sobre las centrífugas.

A nuestro entender el gran problema del Perú es que creemos que podemos construir la democracia, sostener la libertad y consolidar el mercado, el crecimiento y la reducción de pobreza, al margen de acuerdos o convergencias nacionales explícitos. Si revisamos la historia política de los últimos 25 años llegaríamos a la conclusión de que arribamos a la democracia y al mercado casi por descarte, y que cuando hubo oportunidad de organizar una transición política en base a pactos optamos por la exclusión.

La ausencia de convergencias políticas explícitas determina que las fuerzas centrífugas sean más poderosas que las centrípetas. El gran problema es que esa ausencia de entendimientos nacionales ha generado un absurdo constitucional en el Perú: un gobierno de la tercera bancada parlamentaria, quizá la administración más débil del último cuarto de siglo.

En semejante contexto una tendencia a la fragmentación de la política puede ser fatal no solo para la administración PPK, sino también para la propia democracia. Más allá de los rumores y las predicciones antifujimoristas de una eventual diáspora naranja, felizmente, hasta hoy la mayoría absoluta legislativa ha dado los pasos necesarios para mantener su unidad. Desarrollando una dialéctica entre gobernabilidad y oposición, esta mayoría se ha convertido en el principal soporte para la gobernabilidad de la administración PPK, lo que le permite cohesionar las filas internas de cara al país. Sin embargo falta más programa e ideología.

La política peruana, pues, no está para apostar por la fractura del adversario. En este caso desear la muerte ajena es cavar la propia tumba.

Víctor Andrés Ponce