Fragilidad PPK

Ausencia presidencial y errores políticos del Gabinete

El descenso en la popularidad de PPK comienza a alarmar a tirios y troyanos, y los más pesimistas comienzan a recordar el terrible momento que enfrentó Alejandro Toledo cuando su aprobación descendió a un dígito. En la medida que ya no existen pretextos para organizar guerras artificiales con la mayoría legislativa —las muestras de fair play y de leal oposición británica son más que evidentes— los reflectores deben concentrarse entonces en los propios errores de gobierno.

Quizá una aproximación válida sea el señalar que el presidente Kuczynski es un jefe demasiado ausente de las tensiones y nudos políticos en un país presidencialista; es decir, en un sistema político en el que las dos únicas instituciones elegidas por el sufragio de todos los peruanos son la Presidencia y el Congreso. En un país presidencialista cierta ausencia del jefe de Estado siempre será un problema. Por ejemplo, los esfuerzos del ministro de Defensa, Jorge Nieto, deben reconocerse; pero la distancia de PPK de los desastres naturales que afectan a las poblaciones es más que evidente.

El factor principal en el descenso de la popularidad de la administración PPK, tal como lo indican las encuestas, tiene que ver con la seguridad ciudadana. El asunto se agrava con el abismo que se está creando entre la febril actividad mediática del titular del Interior, Carlos Basombrío, y la percepción de la gente que contempla el abandono de las calles y ciudades. La falta de patrullaje policial por un distanciamiento real —más allá de justicias y razones-—entre el mando policial y el titular del sector es un problema que, al parecer, nadie quiere abordar. Si a esta situación le agregamos la ausencia del jefe de Estado en el tema (¿no se volvió a convocar al Consejo de Seguridad Ciudadana?), entonces surge la fórmula perfecta para producir el desplome de la popularidad presidencial.

Pero no solo se trata de cierta ausencia del jefe de Estado, sino que el Gabinete Zavala comienza a demostrar las limitaciones políticas que tienen la tecnocracia y las personalidades solitarias. Al actual Gabinete le falta mucha, pero mucha política. Los yerros se suceden uno tras otro y acrecientan la fragilidad de la administración. El caso Chinchero es paradigmático: quizá un político de raza habría propuesta que el proyecto de aeropuerto avanzara como obra pública, y al día siguiente del anuncio enviaba a los tractores a remover la tierra de la obra para superar el conflicto social con el Cusco y el Sur. Sin embargo, la falta de política y ciertas presiones produjeron la adenda y el actual resultado que todos cuestionan. Al Ejecutivo solo le resta retroceder para evitar mayor daño político.

Quizá va llegando la hora de poner sobre la mesa el futuro del Gabinete. ¿Cambios parciales o totales? En la medida que no hay figuras alternativas, persistir en Fernando Zavala es una opción. Pero una cosa sí es segura: si hay cambios debe evitarse el impulso endógeno; o como se dice, mirarse el ombligo. Hay que respirar aire fresco, de otro lado.

En el Gabinete no hubo la escuela política suficiente para entender que un Ejecutivo que expresa a la tercera bancada del Congreso tenía que entenderse sí o sí con una mayoría legislativa absoluta diferente. Era el abecé de la política, y en función de ese objetivo se debió persistir sin denuedo. Hoy esa falta de política no solo pone al borde del abismo a la administración PPK sino a la República misma. Si se trata de hacer cambios, hay que buscarlos fuera del Gabinete; y aunque parezca mentira, en los viejos políticos, que por algo envejecieron en la vida pública.

Víctor Andrés Ponce