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Fabricando el outsider

Fabricando el outsider
Víctor Andrés Ponce
14 de enero del 2015

Humala busca convertir a Urresti en candidato “antipartidos” del 2016.            

El ministro del tuit no se detiene. Daniel Urresti hace gala de una procacidad que sorprende a demócratas desconcertados, pero su persistencia nos indica que cada movimiento está medido en el respectivo focus group. La cantidad de tuits que lanza el ministro evidencia que tiene un equipo completo en las redes para seguir en la noticia. El blanco de esta guerra inexplicable: “los partidos tradicionales”, tal como sucedió en Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Urresti es el principal responsable de la crisis de seguridad ciudadana, pero sus ataques a los líderes opositores deslizan la idea que “los políticos tradicionales” no le dejan trabajar. También es el principal responsable de la fuga de Belaunde Lossio, pero la pelea cuerpo a cuerpo con Alan García apunta a que una eventual censura en el Congreso se vea como una venganza política.

La agresividad de Urresti no es un asunto personal. Viene de la cúspide de Palacio. Por eso Ana Jara, presidenta del Consejo de Ministros, se hace de la vista gorda y cita a Voltaire ante el desmadre político. De allí que Alonso Segura, ministro de Economía, entre a la lid y justifique las pedradas de Urresti contra García porque, según él, el líder aprista le faltó al régimen hablando de “un quinquenio perdido”.

¿Qué se busca con esta guerra? Algunos sueñan que, sobre el desprestigio de la política, surja el outsider que arrincone a “los partidos tradicionales”. De una u otra manera, para los cultores del fácil antiaprismo y del antifujimorismo se avecina una dura prueba porque, si funciona la estrategia a favor de Urresti, tendrán que salir a defender a García y Keiko. O, ¿cómo en el  2011 se jugarán por el candidato que sintetice los anti? Una vez más es necesario decirlo: si hoy asistimos a la opereta de Urresti y se puede abrir el vacío y la interrogante del outsider solo se debe al terrible daño que causan los antis a la democracia y la libertad.

El plan de ataque de Urresti busca que una eventual censura a su gestión se convierta en el inicio de una campaña electoral. El “enemigo de los políticos tradicionales sería sancionado”. Asimismo la polarización extrema favorece a la solicitud de refugio político de Belaunde Lossio ante la Conare de Bolivia. Sin embargo, más allá de los temas coyunturales, ¿estamos ante una estrategia que fabrica el outsider?

El nacionalismo ha envilecido de tal forma el espacio público que los políticos del oficialismo y de la oposición aparecen desaprobados frente a tantas batallas sin sentido. En este contexto, los muchachos de la inteligencia nacionalista han comenzado a sondear las posibilidades de un discurso que lo “destruye todo”. Finalmente, si bien Urresti desplazaría a la pareja presidencial del eje de la campaña del 2016, podría ser una locomotora para conseguir una bancada respetable o la necesaria retaguardia para los Humala.

La agresividad y procacidad de Urresti se parece demasiado al Hugo Chávez que emergía contra “los partidos tradicionales” en Venezuela. El titular de Interior, a diferencia de Humala, tiene la capacidad de comunicar y también posee el histrionismo del líder bolivariano que fracturó la democracia. A diferencia de Humala también parece más orgánico a su equipo de inteligencia.  Pero, además, tiene una empatía con los sectores populares que debería preocupar a cualquier demócrata.

El gobierno nacionalista no solo ha destruido el círculo virtuoso del crecimiento y la reducción de pobreza de la estrella de América Latina, no solo ha envilecido la política al igual que en los regímenes bolivarianos, no solo ha debilitado las instituciones hasta el extremo, sino que, a lo mejor, nos deja un candidato que se parece demasiado a los autócratas vecinos. Veremos dijo el ciego.

Por Víctor Andrés Ponce

14 - Ene - 2015

Víctor Andrés Ponce
14 de enero del 2015

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