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El riesgoso juego del equilibrio

El riesgoso juego del equilibrio
Víctor Andrés Ponce
02 de enero del 2017

PPK en el medio del fujimorismo y el antifujimorismo radical

Luego de la cumbre PPK-Keiko Fujimori, el Presidente continuó en el papel del equilibrista. Dijo que no se dejaría “pisar por una mayoría en el Congreso que ganó la primera vuelta y no la segunda, que es la que vale”. Pero también se desmarcó de los opinólogos que alientan —como si fuese asunto de bronca callejera— el enfrentamiento entre Ejecutivo y el Legislativo, para evitar ser pusilánime. Pero no solo PPK se bamboleó en una cuerda. El propio Presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, desarrolló maratónicas reuniones con las bancadas del Congreso y se tomó foto en el Acuerdo Nacional. Los saludos a la bandera pretendían diluir la trascendencia del encuentro entre PPK y Keiko, y convertir la cumbre auspiciada por el cardenal Cipriani en una reunión más. Algo que era como pretender tapar el sol con el dedo.

El objetivo parecía ser claro: dirigirse a un supuesto polo del radicalismo antifujimorista que podría tomar la calle ante el acercamiento entre pepekausas y fujimoristas. Y el diagnóstico también hoy parece evidente: no solo se trata de opinólogos de la media, sino que dentro del gobierno, dentro del propio Gabinete, hay un sector que habla de una supuesta intención del fujimorismo en desestabilizar a la administración PPK. Ya está clarísimo.

La tesis, por más delirante que resulte, ha sido escuchada por PPK y Zavala, dos tecnócratas de raza que empiezan a rendir tributo a la inexperiencia política. No hay otra manera de entender los saludos a la bandera. Si el jefe de Estado y el PCM siguen escuchando a los aventureros es imposible que se geste una convergencia entre pepekausas y fujimoristas, un entendimiento clave para la democracia y el impulso de reformas; pero sobre todo para el éxito de la administración PPK.

¿Cómo entender las resistencias a convergencias entre pepekausas y fujimoristas? Un sector de la izquierda, que es parte del establishment organizado en los últimos quince años, se aterra ante semejante posibilidad porque considera que perderá el control de sectores estatales claves. Y un sector del Gabinete ha empezado a considerar que una confluencia entre pepekausas y naranjas es la peor amenaza a los objetivos personales planteados. En todas estas consideraciones se ponen de lado los objetivos del país, de la democracia y de los excluidos. Quizá valdría pedirle a estos sectores una explicación sobre cómo así llegaron a plantear que existía una supuesta estrategia de vacancia presidencial.

Si las cosas son así resulta evidente que la convergencia, los entendimientos, se tienen que dar en contra de los objetivos de estos sectores. Y PPK y Zavala deberían comenzar a entender que la posibilidad de éxito de la administración PPK reside principalmente en un entendimiento superior con el movimiento naranja; y que, tarde o temprano, será inevitable el distanciamiento del radicalismo antifujimorista que, a estas alturas, ya no es democrático. Si se apuesta por un entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo la física tradicional vale: no se puede estar en todos lados a la misma vez.

Asimismo, hay que entender que la calle no se calentará en Lima con marchas en contra del Congreso. Es una convocatoria demasiado mesocrática, demasiada Costanera y, sobre todo, antidemocrática. No se puede convocar masas para cerrar la principal institución de una democracia por excelencia, ¿o sí? En realidad la calle ya se está calentando, pero en el sur del Perú, con el auspicio de la izquierda y el frenteamplismo, que ha obligado al gobierno a decretar el estado de emergencia en Chumbivilcas. En enero el radicalismo pretenderá sitiar al proyecto minero Las Bambas para que la economía se lentifique y el Perú crezca menos de 2% y se generen las mejores condiciones para el estatismo en el 2021. De alguna manera todo el sur comienza a convertirse en un polvorín, mientras los ideólogos frívolos del equilibrio elucubran sobre el sexo de los ángeles en medio de la ofensiva radical.

Pero no solo se trata del pepekausismo. El fujimorismo debería entender que el camino del entendimiento es largo y tortuoso, y que enemigos y petardistas de las convergencias siempre existirán en ambos lados. Y aquí vale el criterio de no caer en las provocaciones que se multiplicarán a diestra y siniestra. En todo caso, si la convergencia no prospera no solo será culpa de PPK, sino también de Keiko. Para que el éxito se aproxime se necesita que al menos uno de los dos tenga pasta de estadista. Veremos.

Por Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
02 de enero del 2017

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