El regreso de Fuerza Popular

Fuerza Popular ha vuelto a hacer política con las dos entrevistas concedidas por Keiko Fujimori. Y parece regresar con la enorme preocupación de que se pueda quebrar un romance con los electores, que se consolidó en la última década y le permitió a Keiko protagonizar las últimas dos segundas vueltas nacionales. Si bien las encuestas tienen infladores y objetivos políticos, negar una caída peligrosa es una manera de renunciar a la política. Quizá por eso Fuerza Popular regrese intentando colonizar el espacio de la centro derecha: el Congreso se pronunciará a favor de la ampliación de la Ley de Promoción Agraria, aprobará una nueva ley de hidrocarburos e insistirá en el sistema de semáforo para las etiquetas de los alimentos industriales.

Todo parece indicar, pues, que en el fuerzapopularismo se habría asumido la idea de que por el lado de la centro izquierda no hay espacio para crecer. Y habría que agregar que por el lado del populismo —tal como ha estado sucediendo— solo resta seguir en caída libre.

Este tipo de reflexiones pueden tener un exceso de racionalismo. A lo mejor en el estado mayor de Fuerza Popular existen otras aproximaciones. Sin embargo, el precipicio de la popularidad que se dibuja para el fuerzapopularismo parece haber obligado a cambios radicales. Keiko Fujimori concediendo entrevistas —más allá del video y las redes— y haciendo anuncios de legislación proinversión, a favor del empresariado, parecen romper la lógica de los últimos dos años.  En otras palabras, a veces las crisis producen cambios para bien, sobre todo en las organizaciones políticas que buscan permanecer. Veremos.

No obstante, el regreso de Fuerza Popular desnuda limitaciones que determinan el éxito o el fracaso. Por ejemplo, la capacidad de hacer política solo sigue concentrándose en Keiko, algo difícil de digerir considerando la abrumadora mayoría legislativa del fujimorismo en el Congreso. ¿Qué significa algo así? Que no se ha utilizado esa mayoría para transformar el país. Punto. Si la mayoría de Fuerza Popular hubiese liderado reformas quizá el elector, el pueblo, perdonaría todos los yerros al fujimorismo, tal como los sectores populares se los perdonaban al Apra en el siglo pasado.

En otras palabras, a pesar de sus nuevos rostros en política, Fuerza Popular sigue siendo una organización personalista. Muy grave, sobre todo considerando que el veto antifujimorista podría obligar a presentar un candidato no Fujimori en el 2021. ¿A qué vamos? La crisis que afecta hoy a Fuerza Popular debería llevar a los generales fuerzapopularistas a entender que solo les resta tres años para organizarse y sobrevivir a cualquier contingencia electoral. Y una de las primeras emergencias a resolver es la ideología (alianza entre pobres, Estado y empresarios). Cuando hay ideología se delega el poder al mundo de las ideas antes que al peligroso binomio de las personas y los intereses, que suele engendrar el populismo y el mercantilismo.

Igualmente, cuando se delega el poder a la ideología es posible que los comités de las provincias se organicen al margen de las campañas electorales. Cuando Keiko sostiene que el presidente Vizcarra olvida las urgencias de la gobernabilidad (reconstrucción del norte, seguridad ciudadana y friaje, por ejemplo) solo puede comunicar a través de la radio y la televisión justo cuando Fuerza Popular enfrenta la ofensiva de una coalición mediática por la llamada Ley Mulder. En el siglo pasado, el Apra, —un partido que delegó el poder a la ideología—, ya habría organizado una protesta en toda la región norte por los retrasos en la reconstrucción del norte. La entrevista radial solo habría sido la cereza del helado en el intento de demostrar al jefe de Estado en dónde estaban las cosas urgentes. En cualquier caso, Fuerza Popular está obligada a cambiar; no apelando al maquillaje, sino a la transformación radical.