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El Perú sigue partido en dos

El Perú sigue partido en dos
Víctor Andrés Ponce
22 de junio del 2016

¿Se organiza una oposición en contra del Parlamento?

En la última encuesta de Ipsos, PPK consigue 50% de aprobación como presidente electo. Es decir, el mismo porcentaje obtenido en la elección nacional. En otras palabras, el nuevo jefe de Estado no ha logrado dirigirse a la otra mitad del país que no votó por su candidatura. Por el contrario, la aprobación de PPK parecería indicar que la guerra continúa, que las elecciones no han terminado y que se está disputando una tercera vuelta electoral.

Por si no lo entienden en el pepekausismo, semejante conducta sí representa una grave amenaza a la gobernabilidad. Ganar una elección y demostrar incapacidad para dirigirse a la otra mitad que perdió en los comicios tiene que ver con la renuncia a hacer política con la oposición. La gravedad del asunto se subraya con la comparación de la aprobación de otros jefe de Estado electos: Alan García 69% y Ollanta Humala 70%.

La idea de que la reunión entre PPK y Keiko Fujimori resuelve los asuntos de la gobernabilidad es tan absurda que, de pronto, la foto para el diario antifujimorista se ha convertido en signo distintivo de la democracia. El temor acerca de que el control del Legislativo por el fujimorismo se convierta en una amenaza autoritaria es un verdadero disparate, es como colocar la historia de la democracia de cabeza. ¿De cuándo acá los parlamentos, las asambleas que sintetizan la pluralidad de los regímenes democráticos, han derribado a la libertad? ¿Desde cuándo las oposiciones se organizan en contra de un Congreso? Aquí vale recordar que los zarpazos autoritarios siempre han provenido de reyes y mandatarios con exceso de poder que arrasaban con la pluralidad reunida en asamblea.

La única explicación de todo este sancochado de imágenes y conceptos es que la izquierda está desarrollando su “agenda”. De alguna manera la polarización electoral y la histeria de los periodistas antifujimoristas han continuado con el objetivo de arrinconar al fujimorismo. El antifujimorismo ganó la elección, pero algunos recién parecen reflexionar sobre los resultados del 5 de junio. O el extremista antifujimorista se ha dejado llevar de tal manera por las pasiones que no puede convivir con una mitad del país diferente y busca destruirla. No hay otra explicación para convertir una instantánea de Keiko y PPK en un fetiche.

El fanatismo antifujimorista es tan denso que hasta el sociólogo con doctorado le recomienda a PPK que se “apoye en las masas” para obligar al Congreso a rendirse. Cosa de locos, cuando el piso está demasiado parejo. ¿Cómo entender más allá de la anécdota, pues, esta especie de locura de quienes ganaron la elección?

La cosa es más compleja de lo que parece. Un sector del país, con acentuado sentido clasista, no soporta que el fujimorismo se haya convertido largamente en la primera fuerza política del país. A este sector el virtual veto desarrollado contra el movimiento naranja en la elección nacional no le basta. Desde Mario Vargas Llosa hasta el Ph.D. que estudió para perpetrar artículos periodísticos en vez de sesudas tesis sobre la estructura, vaticinan la desorganización, la dispersión y la muerte del fujimorismo.

Las partidas de defunción adelantadas nos evocan los deseos de las oligarquías del siglo pasado, cuando anunciaban el final de los revoltosos apristas. Generalmente cuando las emergencias sociales se enganchan en una representación política el statu quo anuncia funerales, pero los emergentes se apoderan de una centuria política. Al margen de las especulaciones, con este escenario, que arranca sonrisas en la izquierda, se hiere la gobernabilidad y se debilita, cada vez más, a PPK. Y eso no puede suceder.

 

Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
22 de junio del 2016

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